Simultáneamente
sobre chispa más o menos en Madrid --«castillo famoso», según poetizó Nicolás Fernández de Moratín— se produjo una situación
chusca: lo uno, sigue dando que hablar el caso kitchen; lo otro, Pablo Casado –el mismo que
viste, calza y dio esplendor a los más brillantes fichajes políticos (el
predicador protestante de Huelva Juan José Cortés, la señora Álvarez de Toledo y el repescado Carlos Iturráiz) acusa de «corrupción
institucional» al Gobierno de Pedro Sánchez. Casado
casaseno nunca aprendió que quien acusa debe tener las espaldas bien cubiertas.
No lo aprendió porque los anterores grupos dirigentes de su partido nunca lo
supieron. Más todavía, nunca estuvo al tanto de que la falacia política «la
mejor defensa es un buen ataque» es difícil gestionarla en política. Hasta el
punto de que eso, entre otras cosas, le costó a Rajoy la presidencia del gobierno. Mientras
tanto, banderas, banderas, banderas en Madrid, expuestas con la elegancia de un
péplum de cartón piedra.
Simultáneamente,
don Luis Navajas, teniente fiscal del Tribunal
Supremo, vinculado a corrientes conservadoras, denuncia las presiones que
recibe por parte de la División Ultra –entre ellos la de Consuelo Madrigal— para que
actúe contra el Gobierno por su política ante la pandemia. Mientras tanto –ya lo
hemos dicho más arriba-- Casado, en un
arranque de insensata niñatez, propala que Sánchez es un ´corrupto
institucional´. O los barones del PP le ponen un bozal a este niño bitongo o su
travesía del desierto será de bigote. Mientras tanto, banderas, banderas,
banderas en Madrid, Madrid, Madrid. De tanto manosear el significante se pierde
el sentido del significado.
Y,
simultáneamente a tanto despliegue banderil, Isabel Díaz Ayuso –que el ingenio castizo ha
bautizado como Ida— se lanza al ruedo del nacionalismo de casquería –mitad Perico Chicote, mitad Agustín Lara— y exige que a Madrid no se le puede tratar como al
resto de las comunidades autónomas. Lo que me recuerda una anécdota personal:
en cierta ocasión, siendo yo un mozalbete, me enfrenté a un cura de olla recordándole
que «ante Dios todos somos iguales». El quídam reaccionó con teológica
brillantez: «Ante Dios, el superior es el superior y el inferior es el inferior».
Mohíno tuve que tragarme el sapo. Eran los tiempos del papa Pio Doce.
Mientras Ida incita a tratar a Madrid como Región—Estado, la «capital
de la Gloria», que dijo Alberti, reacciona y declara
lo que ustedes verán en EL COLECTIVO VECINAL, LA MAREA BLANCA, LOS SINDICATOS Y
LA IZQUIERDA POLÍTICA DE MADRID UNIDOS FRENTE A LAS MEDIDAS SEGREGADORAS DE LA
COMUNIDAD DE MADRID
Simultáneamente,
Quim Torra, el
presidente del caos, usa el ordeño y mando, diciendo que nadie vaya a Madrid.
Ordeña, pero su vaca no tiene leche; manda, pero no tiene bastón.
Post
scriptum.--- ¿Les he dicho alguna vez que don Vicente
Sacristán enseña que «Lo primero es antes»? Disculpen mi mala memoria.
No hay comentarios:
Publicar un comentario