lunes, 28 de septiembre de 2020

Hasta nunca, Quim Torra


 

En algún sitio Ralph W. Emerson escribió que «una institución es la sombra alargada de un hombre». No estoy en condiciones de llevarle la contraria ni de lo contrario.  Pero si tuviera razón este intelectual norteamericano habría que convenir que esta Generalitat –no quiero problemas con nadie, he dicho ´esta´--  ha sido hasta el día de hoy la sombra alargada de Quim Torra –mitad moqueta, mitad barricada--, un personaje pintoresco,  fruto del dedazo del hombre de Waterloo. El Alto Tribunal lo ha puesto de patitas en la calle. Debo decir que se lo ganó a pulso.

Como era de esperar están lloviendo los pronunciamientos en contra desde el independentismo, y también –todo hay que decirlo--  de la santa hermandad de la equivocidad hemos oído lamentos en do menor; hasta Manuel Castells ha recuperado el acné sesentayochista y olvida que es ministro y que esto no es Nanterre.

Pero, no seremos nosotros quienes lo ocultemos, el independentismo político ha respirado; el Tribunal Supremo les ha quitado un problema de encima. Con esta decisión el independentismo intentará tapar la esperpéntica gestión del caballerete. Como es previsible pondrá en marcha todo el aparato que pueda. Estos tiempos –de cansancio ante la falta de resultados y, sobre todo, por los efectos de la pandemia— no son los más propicios para que el independentismo consiga el nivel de respuesta que, a su juicio y en teoría, merecería un ´ataque´ de esas dimensiones. También, porque la inminencia de las elecciones autonómicas requerirá que el independentismo quiera poner –así lo ha manifestado--  en primer plano su capacidad de gestión. De no hacerlo le daría cuatro cuartos al pregonero de los neo neo neo convergentes del Partido Nacionalista Catalá.

Los llamados comités de defensa de la república ya han empezado sus movilizaciones. Comoquiera que no atienden a razones de conveniencia política, y son refractarios a cualquier contingencia, sus movilizaciones se caracterizarán por la exasperación. Posiblemente renazca el ave fénix de aquel Tsunami, el independentismo divino, siempre y cuando el sinedrio de Waterloo conceda el placet. Y poco más. En todo esto hay una razón que es preciso que se desvele de una vez para siempre.

Quim Torra –mitad monje, mitad seglar— desde hace tiempo se ha convertido en un estorbo para el independentismo político. Su desgobierno y enfermizo narcisismo, rayano en la ridiculez, empezaban a crear no pocos problemas y, especialmente, estupor entre los sectores moderados del independentismo.  Y algo más: empezaba ya a querer romper el cordón umbilical con Waterloo. Más todavía, intentaba disputar martirologio al de Waterloo. Un cuestionamiento egocéntrico que le llevaba a competir en ´martirio´ con Lluis Companys. Así las cosas, Torra se creería el único presidente mártir, pata negra. Pues Companys era sólo un federalista, amigo de España y, encima, abogado defensor de sindicalistas.

Se ha cerrado una etapa, que ha sido estéril para Cataluña, y peor todavía de marcha hacia la decadencia. Una etapa grotesca.  Hoy ha empezado otro itinerario.

 

Post scriptum.--- Heisenberg demostró que la incertidumbre se definía así: ΔpΔx ≥ h; don Venancio Sacristán popularizó esta certeza: «Lo primero es antes».


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