La Cataluña política vive una
situación paradójicamente chocante. No es nada nuevo, ciertamente, pues parece
que ese sea, de un tiempo a esta parte, su hábitat natural. Lo que ocurre es
que en estos momentos ese estado de cosas ha alcanzado proporciones chuscas.
Sus partidos parecen actuar imitando burdamente el juego de los personajes centrales
de la mozartiana ópera Così fan tutte
con libreto de Lorenzo da Ponte.
Es muy probable que no haya
elecciones en este año. Sin embargo, el clima es tórridamente electoral.
Quienes quieren elecciones ahora y los que no lo desean están en plena y
abierta batalla electoral. Sólo faltan los carteles y las caras de los
litigantes.
ERC dice por activa, pasiva y
perifrástica que deben convocarse ya las elecciones. Sin embargo, llama la
atención que ningún miembro de dicho partido publicite, hable, indique la real
o supuesta valía de Pere Aragonès. Chocante. Lo que podría
indicar que o cabe la posibilidad de que esté pendiente la nominación o, siendo
Aragonès el llamado, su partido no tenga especial interés en que gane las
elecciones. Porque si gana y es presidente de la Generalitat, Oriol Junqueras
puede despedirse para siempre del bastón de mando. Esta segunda es una
hipótesis arriesgada de algún comentarista amigo mío, que parece sacada de los
avatares de los viejos ambientes florentinos.
Los Comunes también piden
ahora elecciones ya. Chocante a más no poder. No hace tanto que favorecieron la
aprobación de las cuentas públicas catalanas tras la promesa de Quim
Torra de que convocaría de manera
inminente las elecciones. O tal vez no sea paradójico sino una consecuencia de
no haber pasado todavía la caída de los dientes de leche.
Ciudadanos, en cuyo nombre habla el
anodino Carlos
Carrizosa, protocolariamente jefe de la oposición pone
ahora sordina a su exigencia de convocatoria de elecciones. Las encuestas y el
clima general le son un cáliz de amargura: todo indica que habrá otro sonado descalabro.
Por lo que es mejor que eso se
retrase todo lo que se pueda.
Una ristra de paradojas que
ayer afloraron en el debate del discurso de política general –algo así como el
Estado de la Nación-- en el Parlament de
Catalunya.
En resumen, esta situación se
confronta a las enseñanzas de don Vicente Sacristán que testarudamente afirma que «Lo primero es antes».
Punto final: no se autoriza a
la publicación digital Nueva Tribuna a publicar este artículo si
elimina algunos párrafos como ha hecho en situaciones anteriores, y –además-- no mencionar el origen de dicho escrito.
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