Ya sólo nos
faltaba que los dioses menores se creyesen con derecho a bula. Son los
descendientes de Temis, hija
de Urano y Gea, que en lo alto del Olimpo se ocupaba
de las cosas de la Ley. Hoy tiene su franquicia en el Consejo General del Poder
Judicial donde alguien vela, como responsable de la célula política Carl Schmitt, para que los actuales miembros de
dicha institución se perpetúen en sus poltronas por los siglos de los siglos.
Carlos
Lesmes sigue los usos y costumbres de aquel
pícaro de vida regalada que fue José Carlos
Dívar. Dichosa, pues, la rama que al tronco
sale, decimos –por lo menos-- desde Parapanda hasta Izavieja.
Los dioses
menores van a su descontrolada bola. No es la independencia del poder judicial
lo que reclaman sino el uso de su jurisdicción para acaparar poder político. La
célula Carl Schmitt decidió, tiempo hace, convertirse en mitad jueces y mitad políticos y, para
ello, tocó la corneta a botasilla con el lema «España es la medida de todas las
cosas». La España sempiterna desde Túbal hasta nuestros días. Como paso intermedio para ser definitivamente
políticos e impartir lo que ellos entiendan como justicia.
Se trata de
una concepción que trasciende a las derechas, al menos las tradicionales. Las
gesticulaciones de Pablo Casado, comparado con eso, se quedarían en cómicos jeribeques y los gargajos
de Abascal en
muecas de orate diplomado.
Oído cocina:
procuren no achacarme que estoy hablando de una conspiración de los sujetos
recién nombrados. Lo que estoy diciendo es que esas tres variables están en el
mismo paradigma político—matemático. Con todo, la amalgama Lesmes – Casado
--Vox nos puede llevar, si no nos espabilamos, no ya a la «bañera de Weimar»,
que refiere el maestro Enric Juliana, sino al bidet de Weimar. Grave es la cosa: téngase en cuenta que han confluido
en el espacio—tiempo dos crisis reputacionales: la de la monarquía y la de los
jueces.
El gobierno,
en consecuencia, debe coger el microscopio y advertir de lo que parece ocurrir
en las covachuelas de los señores con puñetas. Porque, tiempo ha que me pica la
nariz, desde aquellos lugares se está provocando una perturbación del sistema
de poderes en beneficio de las togas. El viejo Montesquieu convertido en don Cristobica, el de los títeres lorquianos de
Cachiporra.
Esto es parte
de la herencia de aquel Rajoy que elevó a los altares del Olimpo a la división
Aranzadi. Pero, ante todo y sobre todo, a la célula Carl Scmitt, que aprovechó
las viejas enseñanzas de las «posibilidades legales y su combinación con las
extralegales de lucha».
Post
scriptum.-- Debemos a don Albert que E=mc². Y a
don Venancio Sacristán que popularizara que «lo primero es antes». Que
también vale para el Consejo General del Poder Judicial y el resto de las
instituciones que tienen caducado su código de barras.
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