sábado, 1 de agosto de 2020

En San Millán de la Cogolla


Desde hace tiempo Quim Torra -–146.926 euros anuales de salario, perdonen la indiscreción-- está convirtiendo sus decisiones en aspavientos infantiles o, peor todavía, en auténticos marramiaus. Toda esa gesticulación tiene, por supuesto, consecuencias políticas que mantienen la confrontación entre catalanes y de una parte de ellos con España. Lo realmente chocante es que ese comportamiento parece el cuento de nunca acabar. Enésima prueba de lo que decimos: la ausencia de ese Torra de la reunión de ayer en la Conferencia de Presidentes, celebrada en San Millán de la Cogolla, un lugar donde se escribieron las Glosas Emilianenses, un conjunto de anotaciones explicativas del códice en latín, castellano y vasco. 

Torra se las prometía muy felices en un principio. El lehendakari había anunciado que tampoco asistiría a la reunión. Waterloo, sin embargo, no las tenía todas consigo. Pero Torra es infantil hasta el cielo de la boca. Waterloo sospechaba que al final Urkullu acabaría asistiendo al monasterio de Suso. Y así fue. Por dos motivos. 1) Porque había conseguido que Pedro Sánchez reconociera la senda de déficit y la capacidad de endeudamiento de las instituciones vascas, que se sustanciará en la Comisión Mixta del Concierto. 2) Porque, además, necesitaba enviar un mensaje claro a dos sujetos catalanes bien distintos: a Waterloo para mostrarle su disgusto por una parte del contenido de su reciente libro y a Marta Pascal, flamante dirigente del Partit Nacionalista de Catalunya. El recado es el siguiente: no se saca nada con las estridencias de Torra, sino negociando, como nosotros; tened en cuenta –parece decirle Urkullu a la Pascal--  que subiendo el listón se consiguen cosas, cerrando puertas te vas al despeñadero. Hipótesis: es posible que estos recados se dirijan también a Oriol Junqueras que se está deslizando de la práctica de subir el listón a la de cerrar puertas. En todo caso, no quiero dejar pasar la ocasión: Urkullu es merecedor de reproche, porque con su actitud (en este caso y otros más o menos similares) está propiciando la consolidación definitiva del «¡Viva Cartagena!». 

Ahora bien, soy del parecer que Waterloo no quiere conseguir «cosas». Lo suyo es otro asunto. Es más, no quiere conseguir nada, absolutamente nada, para poder clamar jupiterinamente «No nos quieren». Porque piensan que la acumulación de negativas por parte de Madrit conduce inexorablemente a la gran rebelión contra España y, de ahí, a la independencia. Y así pueden estar hasta que la suma de los cuadrados de los catetos no sea igual al cuadrado de la hipotenusa. 

Sea como fuere una cosa es clara: la decisión de Torra de no acudir a San Millán es posiblemente lo más grave que ha hecho. Una incomparecencia precisamente cuando se acaba de conocer que en el segundo trimestre ha caído el producto interior bruto un 18.5 %. Y precisamente en unos momentos de caída espectacular de ingresos por el turismo, y lo que te rondaré tras la decisión de las autoridades alemanas de desaconsejar a sus nacionales de visitar Cataluña. 

Error caballuno, además de Esquerra Republicana de Catalunya, que ha apoyado la decisión del presidente (de la mitad) de los catalanes. De nuevo, los de Junqueras han recuperado la actitud ancilar hacia Torra. Justamente cuando todas las encuestas indican que la distancia entre Jonqueras y Waterloo se va achicando. Por lo que exigir a ERC una actitud distinta sería una respetuosa manera de considerarla como un partido serio, cosa harto gratuita. No, no se le pueden pedir peras al olmo, menos todavía al olmo seco «en su mitad podrido», de Gerardo Diego. 

Querer competir con Waterloo en cerrar puertas –además de ser una cesura en su línea política de los últimos tiempos--  le es contraproducente. La patina que querían cultivar de ser el PNV en Cataluña se les ha ido a tomar por saco. 

Mientras tanto, empiezan a surgir voces que públicamente atacan con ferocidad al gobierno vasco. Uno de los místicos –el confortable anticapitalista de barra americana, Antonio Baños--  ha clamado contra Urkullu llamándole «lameculos y cantamañanas». En su descargo hay que decir que, al menos, da la cara y lo expresa públicamente, Waterloo y sus franquicias lo dicen, todavía, con voz queda, más bien por lo bajinis. Pero todo llegará. Waterloo se esfuerza por hacer nuevas enemistades para hacer buena la vieja máxima de aquellos atolondrados independentistas del Nosaltres sols


Post scriptum.--  Me hace ver Paco Rodríguez de Lecea que he confundido la paternidad del ´olmo seco´ . No es de Diego sino de don Antonio Machado. Quedo agradecido. Y lo mantengo en el texto como penitencia sacramental.  


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