sábado, 22 de agosto de 2020

La participación como necesidad y derecho (6)

 

Nota.--  Sigue la publicación en abierto del libro ´No tengáis miedo de lo nuevo´.

 

José Luis López Bulla

 

Quinto tranco.

 

Las estructuras dirigentes del sindicato están legitimadas por el conjunto de los afiliados. La explicación es bien sencilla: las estructuras no se autolegitiman sino que son legitimadas. Esta obviedad, sin embargo, nos interpela a sacar conclusiones. A saber, la «soberanía» del sindicato radica en su base afiliativa y —para determinadas decisiones— en el conjunto de los trabajadores, estén afiliados o no. Así pues, los grupos dirigentes gestionan esa soberanía. De ahí que parezca conveniente repensar los hechos participativos dándoles un nuevo enfoque en dirección de una práctica que esté reglada en los textos estatutarios. Nuevo enfoque: reconocer dónde radica la soberanía sindical y estipular de manera solemne que la participación, en consecuencia, es un derecho, además de una necesidad. 

Que sea un derecho me parece una consecuencia directa de quién legitima a quién y de nuestro planteamiento acerca de la soberanía. Que es una necesidad merece razonarse adecuadamente. No solo con ser importante se puede justificar en aras a la democracia deliberativa, también merece que nos refiramos al conjunto de utilidades y propuestas que surgen de toda discusión bien ordenada. Especialmente cuando este orden está precedido de unos textos escritos con claridad. Por ejemplo, propuestas de plataformas de convenio, planteamientos de nuestras contrapartes en relación con mil cosas que no pueden dejarse a la buena de Dios de la cultura tradicional, y fundamentalmente oral, del sindicalismo. 

Para evitar suspicacias tengo interés en reafirmar que el sindicalismo es una organización democrática. Es más, ahora que estamos ante una cierta mitomanía con las primarias para elegir a los primeros dirigentes de los partidos políticos, es bueno recordar que, desde los primeros andares de algún sindicato, las listas para las elecciones sindicales eran confeccionadas sobre la base de unas primarias —no solo referidas al primero de la candidatura, sino al conjunto de los candidatos— que nosotros llamábamos preselección. Así pues, habrá que decirles a los mitómanos aquello de «menos lobos, señor cura». 

La participación de los trabajadores, hemos dicho de manera reincidente, es un derecho y una necesidad. Al menos hoy no hace falta que nos extendamos en esta cuestión. En todo caso, es obligado que captemos las novedades que el hecho tecnológico ha provocado sobre ese particular en el ecocentro de trabajo innovado. Una de estas es la aparición de una curiosa equivocidad: las nuevas tecnologías, que están conformando un ecocentro de trabajo constantemente innovado, interfieren, en el interior de este, en el estilo de participación de los trabajadores, que, por lo general, sigue siendo de matriz fordista; pero tan vasta panoplia de nuevas y novísimas tecnologías favorece, fuera del centro de trabajo, la participación de los trabajadores, esto es, propicia la emergencia de que los hechos participativos expresen lo que, en los famosos Grundisse, Marx llamó el general intellect en beneficio y utilidad de la acción colectiva. Ahora bien, no se trata de una contradicción entre nuevas tecnologías y hechos participativos en el ecocentro de trabajo, sino de una inadecuada forma de hacer participar a los trabajadores en el contexto de la nueva geografía del trabajo. 

Hace ya muchos años, a mediados de los noventa, Juan López Lafuente —uno de los dirigentes más perspicaces de Comisiones Obreras— captó las posibilidades de vincular el hecho tecnológico con una participación informada, activa e inteligente en el ecocentro de trabajo. El relato de la experiencia de López Lafuente es, en apretada síntesis, el siguiente: el comité de empresa de Catalunya Ràdio convoca una asamblea de todos los centros de trabajo, cuyos miembros están diseminados en diversas localidades. ¿Cómo hacer que la participación sea plena, a pesar de la dispersión en tantas localidades? Alguien da en la tecla: aprovechemos todo el instrumental técnico de la empresa. Y ni cortos ni perezosos convocan la asamblea, que se realiza a través de los canales internos de las ondas: «Aquí, Reus, pido la palabra», «Tienes la palabra, Reus», «Aquí, Girona, pido la palabra», «Espérate a que te toque, Girona»... Finalmente, y al igual que en las asambleas tradicionalmente presenciales, nuestro Juan López hizo el resumen del debate y las conclusiones. Hoy, con los nuevos lenguajes, hablaríamos de «empoderamiento» de la nueva tecnología por parte de los representantes de los trabajadores. También es destacable la experiencia del personal de la Universidad de Castilla-La Mancha: mil quinientos trabajadores en cinco campus diferentes utilizan una plataforma virtual que les permite debatir problemas, elaborar documentos y adoptar medidas de acción colectiva, y todo ello queda reflejado en actas de acceso público para todos los miembros de la representación unitaria y, en su caso, para los propios trabajadores. 

Es obvio que no se puede extrapolar esta experiencia. No importa. Lo que vale es la imaginación y el resultado alcanzado. Lo que tiene interés es que los representantes de los trabajadores de Catalunya Ràdio transformaron la dispersión de los centros de trabajo en una asamblea ecuménica de nuevo estilo. El hecho tecnológico dejaba de ser una interferencia para convertirse en un acicate de la participación. Así pues, que el hecho tecnológico signifique un impedimento o un acicate para la participación depende de cómo se inserte plenamente el sujeto social en el nuevo paradigma. 

No ha sido infrecuente en los sectores de la enseñanza el ejercicio del conflicto de una manera nueva: la simultaneidad de estar en huelga con dar clase en la calle y en centros emblemáticos de la ciudad, significando, en opinión del profesor Francisco José Trillo, «una mirada acusadora a cierto desdén que niega la posibilidad de experimentar otras vías que hagan clamorosamente visible el conflicto». Ha sido un acto de protesta que, además, ha conseguido una gran simpatía ciudadana. 

Hay que felicitarse del considerable avance que ha dado el sindicato con su presencia en las redes sociales. Por lo general se concreta en una vasta trama de webs y blogs de secciones sindicales y de dirigentes cualificados. Ahora bien, a pesar de ser importante la información que ofrecen —lo que no es poca cosa—, de lo que estamos hablando es de la participación. Esto es, de la traducción de la información en participación. Pues bien, dadas las características de las webs y de los blogs, podemos afirmar que, sin embargo, y a pesar de su importancia, estas redes todavía no están pensadas para provocar la participación. Este, a mi entender, es el reto. 

Alguien dirá que esta participación no puede sustituir a las asambleas y reuniones tradicionalmente presenciales. Vale, eso ya lo sabemos. Pero aquí de lo que se trata es de aprovechar la democracia expansiva que puede generarse a partir de estos medios de nuevo estilo. 

Por ello, todo lo que se está planteando en este capítulo se refiere a la necesidad de una mayor acumulación de democracia, de sindicalismo más próximo. En apretada síntesis, a una democracia de nuevo estilo. Por ejemplo, ¿qué impide que exista una mayor acumulación de hechos participativos en momentos tan decisivos como la negociación colectiva? Me estoy refiriendo a los momentos decisivos del convenio colectivo. ¿Acaso es un disparate que, antes de la firma o no del convenio, se proceda a una consulta vinculante que sancione la bondad o no de lo que se ha preacordado? ¿Acaso no es exigible que aquellas organizaciones sindicales que se llenan la boca con lo del dret a decidir para asuntos políticos empiecen practicando en su propia casa exactamente eso, el derecho a decidir? 

En conclusión, la participación —derecho y necesidad—, para no ser mera retórica, debe tener sus propias reglas con rango estatutario de obligado cumplimiento. De esta manera se va avanzando en la configuración de un «sindicato de los trabajadores», que no es exactamente igual que un sindicato para los trabajadores, como tantas veces he señalado.


No hay comentarios: