Siempre habrá millares de personas dispuestas a hacer el ridículo por Cataluña. La nación catalana, según tales elementos, así parece exigirlo. Lo que está muy por debajo de la altisonancia jupiterina de ciertos sectores carpetovetónicos que claman por dar la vida por la patria. Son secuelas del viejo Calderón de la Barca: «al rey la hacienda y la vida / se ha de dar …» En todo caso me parece menos comprometido hacer el ridículo por la patria que darlo todo por ella. Así pues, Cataluña exige la grotesquez para su mayor gloria. Lo que viene a cuento por la lapidación tuitera que una caterva de ´patriotas catalanes´ le está asestando a Joan Coscubiela.
Los datos: en pleno camino de Santiago Coscubiela pierde la cartera. La encuentra la Benemérita, que ya no es la «guardia civil caminera» de los tiempos de García Lorca, y como es su obligación la devuelve, una vez localizado, al dueño. Quien, como hubiera hecho toda persona educada, publica un tuiter explicando lo sucedido y agradece al Cuerpo el detalle. Ni más ni menos que hubiera hecho un ciudadano del imperio austrohúngaro, un esquimal de por allá arriba o un montañés de los Apalaches. También una señora con sentido común de Besalú.
Sin embargo, el gesto de Coscubiela se ha considerado por nuestros almogávares de bareto como una traición a Cataluña. Una reacción que es realmente, como diría para otros asuntos Luis García Montero, «el cascabeleo de una farsa», también a propósito del ridículo.
No nos resistimos a dar cuenta del contenido literal de algunos tuits: desde un atrevido que le espeta «Eres repugnante» u otro que, educadamente, cívicamente, democráticamente, le dice «¿Ya les has chupado la polla?», este último posiblemente celebrado por parte de algunos pobladores de Waterloo. Así hablan quienes se consideran las fuerzas vivas, la élite que va a construir ese tránsito hacia la república catalana. En todo caso, estamos ante una elegante retórica autoexigida para subir en el escalafón de las diversas hermandades del independentismo. Quien no tuitea de esa manera no llega a la dirección de Waterloo. Este es el mensaje cultural del independentismo hacia la esfera pública catalana: un eructo de taberna. Con Waterloo en la cúspide: a tal señor, tal honor.
Lo dicho: esta es la declaración de intenciones de la vanguardia del independentismo, aunque nos falta por saber si son del sector curialesco o del goliardesco.
Post scriptum.--- Aventuro la siguiente hipótesis Joan Coscubiela y Lluis Rabell
están de acuerdo con la máxima del metalúrgico—filósofo Venancio Sacristán:
«Lo primero es antes».
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