Pablo Casado estalla contra la prensa: Pedro Sánchez "gana"
porque "tiene más medios, portadas y presupuesto" (1). Error de
manual el de este Casado casaseno. No pierdas nunca los estribos en público y,
sobre todo, no vincules la palabra «gana» a tu adversario. Un error ciertamente
disculpable en el joven Casado, aunque imperdonable cuando coincide con el de
jefe de la oposición. En todo caso debe reconocerse que el caballerete tiene
motivos para estar de los nervios.
En mi opinión el
problema del desasosiego que angustia a Casado estriba fundamentalmente en que
es consciente de que no cuaja como líder del Partido Popular. No decimos que Aznar y Rajoy le hayan puesto el listón alto; lo que queremos significar
es que no tiene fuste ni siquiera para suceder a aquellos personajes, que
tampoco eran una cosa del otro jueves. La tenebrosa derecha aznariana y la
burocrático-administrativa de Rajoy no tienen quien la suceda.
Cuando un político
reconoce que su rival «le gana», la audiencia ya no escucha las razones de
ello: se queda con la copla del núcleo duro, a saber, que el rival le ha mojado
la oreja. Ni siquiera las estridencias del dueto Cayetana – Teodoro tapan tan descomunal salida de pata de
banco. Ahora bien, como descargo de esta pareja debe decirse que no desentonan
a la sombra del jefe. Dichosa la rama que al tronco sale.
Lo más
estrafalario de estas declaraciones es que se hicieron en las jornadas
periodísticas sobre ´Prensa y poder´ donde un descompuesto dirigente enseñó coram
populo los palominos de sus calzoncillos. Pero, qué más da donde las
hiciera, porque a continuación salían en los medios televisivos. Posiblemente
son las enseñanzas de su turiferario de cabecera, el redicho Pablo Montesinos.
La consolidada
impericia política de Casado, y del grupo que le acompaña, sugiere una cuestión
que, hasta donde yo sé –mejor dicho, desconozco— no ha sido abordada en los
textos sagrados de la politología, esto es: el permanente descenso de la
capacidad política de los dirigentes de la derecha. (Hoy toca esto, en otra
ocasión abordaremos si a la izquierda le sucede o no lo mismo o algo parecido).
Es como si una entropía acompaña a la derecha de un tiempo, un tanto lejano, a
esta parte. Por supuesto, no es un problema español, sino que atraviesa por lo
menos la Europa de nuestros días. Es como si Atenea, diosa de la Sabiduría,
hubiera agotado el reparto de sus gracias tras la desaparición de Churchill,
Roosvelt, De Gasperi, Adenauer y otras personalidades de similares predios.
Eran de derechas y ejercieron de tales. Pero nada que ver con las derechas de
hoy. Fueron líderes que intervinieron decisivamente en tiempos convulsos,
dramáticamente difíciles, y a ellos las izquierdas de aquel tiempo se
enfrentaron. Las derechas de hoy –también estos tiempos son ásperos, aunque no
tanto-- parecen incapaces de generar
líderes de fuste. Aquellos fueron, además, capaces de reconstruir Europa,
devastada por la guerra, y construir un
Estado de bienestar con la izquierda. Hoy eso parece imposible en España. Y lo
preocupante, sobre todo, es que no aparece en el banquillo de la derecha ningún
suplente que pueda substituir a este Casado casaseno.
El problema es
claro: con esta derecha cimarrona y levantisca el escenario político está
permanente e inutilmente tensionado. Quienes habían predicho que la nueva
normalidad traería consigo una acción política de la derecha casadiana
civilizada confundieron el culo con las témporas. El inmaduro dirigente
derechista se porta como un niño bitongo
endosando sus patologías a los medios de comunicación. Es como si el rey godo
don Rodrigo, tras perder la
batalla del río Guadalete, le echara la culpa a Radio Parapanda.
Por cierto, por menos de lo que ha dicho el caballerete no pocos periodistas y tertulianos pusieron como un pingo a Pablo Iglesias. Doble moral y doble contabilidad.
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