El embrollo catalán tiene proporciones caballunas. Se trata de un galimatías de varias dimensiones: las que se desprenden de las diversas mutaciones de lo que Enric Juliana llama el gen convergente; los subsistemas que existen en cada mutación y los enfrentamientos definitivamente cronificados entre las formaciones políticas independentistas. Tan descomunal berenjenal es consecuencia del fracaso del procés y tal confusión tiene el inconveniente añadido de enturbiar, todavía más, la posibilidad de encontrar un apaño con ´Madrid´. Desde el corazón de esas tinieblas es harto difícil alcanzar un arreglo.
Estos días se ha rizado un confusionismo de naturaleza churrigueresca. Ha reaparecido el distanciamiento entre el hombre de Waterloo y el presidente Quim Torra. Con un matiz: los visillos de los despachos no han podido ocultar el contraste no irrelevante entre ambos. Torra es partidario de no agotar la legislatura catalana, quiere inmolarse; el complejo político—movimientista de Waterloo desea retrasarlas lo máximo posible. Torra tiene, en ese terreno, la complicidad de un sector, tal vez el mayoritario, de la Assemblea Nacional Catalana. Waterloo no tiene prisa: quiere que ERC incremente su afonía, pero –tal vez lo más importante-- no quiere pisar el acelerador porque de momento no le están saliendo las cuentas de la lechera con el PDECat.
El hasta ahora grupo correoso Puigdemont – Torra va perdiendo argamasa. Guerra de movimientos entre ambos. Waterloo recurre a Elsa Artadi –prometedora exponente neoliberal, casada con Heribert Pedrol, ex inspector de Hacienda y gestor fiscal de algunas de las grandes fortunas de Cataluña-- para comunicar a la feligresía que es conveniente agotar la legislatura. La indignación de Torra, que se siente zarandeado en sus competencias como presidente, no la pueden ocultar las mamparas y cortinajes de las covachuelas del Palau de la Generalitat. Percibe que Waterloo, de un lado, le ajusta las cuentas porque no se ha afiliado a la última mutación del gen convergente, Junts; y, de otro lado, se le impide inmolarse como mártir de la patria catalana.
La reacción de Torra es, también, la expresión de su infantil irascibilidad. La barraquera infantil le lleva, por otra parte, a filtrar un engaño a un diario barcelonés, como reacción contra Waterloo, que convocará las elecciones en Octubre. Toscos juegos de florete. Las grietas en lo que hasta ahora era Puigdemont – Torra puede que se arreglen, pero cuando un plato se rompe y, posteriormente, se le ponen lañas la señal del zurcido siempre estará presente.
Lo
que sí parece claro es que ninguna de estas familias y subfamilias, sistemas y
subsistemas –curialescos y goliardescos, mester de clerecía y mester de
juglaría-- no ha captado todavía el
mensaje de don Venancio Sacristán: «Lo primero
es antes».
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