Siempre
tuve gran admiración por el sindicalismo castellano-manchego. Gente austera,
práctica, que va al grano. Admiré su claridad de palabra, sus mensajes
directos. Y, muy en especial, la enorme capacidad de organizar. El año pasado
escribí en Metiendo bulla un artículo, El secreto de Comisiones Obreras de Albacete, a
propósito de la problemática de los trabajadores migrantes del campo y de la
impecable intervención del sindicalismo
y del éxito obtenido (1).
Ahora
el sindicalismo castellano-manchego ha puesto en marcha una experiencia
novedosa: una
‘Oficina Móvil’ de CCOO recorrerá a partir de mañana las explotaciones
agrícolas de Castilla La Mancha para atender a los temporeros y controlar el
cumplimiento de la normativa laboral durante las campañas agrícolas. Una
oficina ambulante de tutela y organización. Tomen nota los historiadores. Y
sobre todo el conjunto del sindicalismo confederal. La novedad estriba en que es el sindicato quien va, desde el inicio, a donde está el problema como sujeto preventivo. Por lo demás, consideremos, tras esta fecunda idea, que las formas organizativas no están definitivamente dadas.
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