No hace falta decir que Cándido Méndez ha sido un sindicalista importante.
Dirigió la UGT con mano ducha durante años y
exhibió durante su mandato una constante acción unitaria con Comisiones Obreras. Cándido siempre fue una persona
cercana, afable. Pragmático a fuer de realista. Cándido, hay que decirlo, ha
dejado huella en el sindicalismo confederal español y europeo. No son elogios
protocolarios, sino la constatación de una serie de hechos que figuran en la
reciente historia del movimiento organizado de los trabajadores. Dicho lo cual,
paso a tratar un asunto que está en los mentideros políticos y sindicales
durante estos días.
Como todo el mundo sabe se está en
puertas de una importante reforma del Consejo Económico
y Social (CES). Buena falta hace, desde luego. Dice El País, sección
Negocios de hoy domingo, con la firma de Miguel Ángel Noceda, que suena el
nombre de Cándido Méndez para dirigir la institución. Yo diría que, en
abstracto, Cándido tiene sobradas condiciones para ello. Ahora bien, soy del
parecer que, en lo concreto, no es una idea feliz. La presidencia del CES debe
ser una persona neutral en el mundo de las relaciones laborales, una figura al
margen del conflicto social. Cándido ha sido siempre un hombre «de parte»
durante toda su ya larga biografía. Uno de los nuestros. Pasar a sus años a ser
una persona neutral no tiene sentido. Insisto: no se compadece con su largo y
fecundo historial al servicio de los trabajadores. Sería una estética borrosa.
Por otra parte, si ponemos las
luces largas en el futuro del Consejo, no erraríamos demasiado si hiciéramos el
siguiente pronóstico: después del mandato de Cándido, que ya ha sentado un
precedente, nadie podría objetar que le sucediera un destacado miembro de la
patronal CEOE. Con lo que el carácter de la institución se iría convirtiendo,
mutatis mutandi, en algo completamente discontinuo de lo que ha significado
hasta nuestros días. No, definitivamente no, es la mejor idea.
Ustedes dispensen que haga de
aguafiestas.
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