jueves, 19 de julio de 2018

El independentismo es un fangal




Según mis datos, el independentismo se está consolidando como una descomunal zahúrda. Hay, sin embargo, quien tiene información más precisa. Por ejemplo, la Musa de la televisión catalana que, en su prescindible columna de La Vanguardia de hoy, ha calificado al independentismo como un «fangal». No es cosa de llevarle la contraria.

Hasta el día de ayer, el fangal quedaba parcialmente disimulado por eufemismos, metáforas y otras figuras retóricas al uso. Con ciertos chispazos, cierto. Pero eran sólo arañazos que se trataban con mercromina. Ayer la cosa fue a mayores. En el fondo de la trifulca estaba, una vez más, Carles Puigdemunt, que todo lo que toca o le rodea acaba siendo un campo de Agramante. La cuestión es ésta: ¿debe ser substituido el hombre de Berlín como el resto de los diputados o no? Sus parciales, Junts per Cat, afirman que no. Esquerra Republicana de Catalunya responde que «no hay diputados de primera y de segunda», por lo que no se deben hacer distingos. A continuación viene la traca: los de Puigdemont acusan a ERC de romper el pacto que habían suscrito con los de Junqueras. Estos responden que no hubo tal. Y, como si estuvieran en el bar de la esquina, alzan la voz y llaman mentirosos –esta vez sin disimulo--  a los del hombre de Berlín. Es entonces cuando la musa de la televisión catalana habla de «fangal». Lo terrible del asunto es que, mientras se lanzan unos a otros las aparentes verdades del barquero el Parlament de Catalunya sigue bloqueado; ahora mismo su utilidad real es cero patatero.

La novedad ahora es el proceso de endiosamiento de Puigdemunt y la consolidación de un fenómeno que hace tiempo habíamos apuntado: la aparición del culto a la personalidad en Cataluña. Son componentes quasi religiosos de raíz agraria que se están trasladando a las urbes catalanas. Es el traslado de ciertos comportamientos de algunas sociedades antiguas a la sedicente postmodernidad de nuestros días.

La reyerta entre las dos fuerzas políticas del independentismo catalán alcanzó ayer su mayor grado de visibilidad. Pero no es una trifulca aislada sino la consumación de un trayecto confuso donde ERC siempre apareció como subalterna. Como una organización ancilar de las ensoñaciones del hombre de Berlín. Ayer dijo que no. Posiblemente los de Junqueras han caído en la cuenta de que la verdadera intención de Dios al crear el nuevo partido, Crida Nacional per la República, se orienta a comérseles vivos. O sea, que Puigdemont quiere quitarles el triángulo con su Ojo dentro.



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