lunes, 30 de julio de 2018

La Radio y Televisión Catalana, ese abrevadero





El ilustre paisajista granadino Enrique Villar Yebra sostenía que no había conocido gente tan formal como los catalanes. «No es necesario que firme un contrato, me pagan religiosamente antes de que les lleguen mis pinturas». Y misteriosamente añadía: «Cavalleria rusticana». O sea, la caballerosidad de la gente del campo, que era el origen de los dineros de los industriales catalanes de antaño. Hoy, tal vez, el maestro Yebra (así le conocíamos en  Granada) matizaría sus palabras. Hay políticos que han olvidado el viejo mandato de que los acuerdos deben ser cumplidos a rajatabla: «pacta sunt servanda». Lo pactado obliga. Pero eso no atañe a Puigdemont ni a Quim Torra. El primero desde su peana bonapartista; el segundo, desde su ciega obediencia al hombre de Waterloo. Quienes no cumplen lo acordado no son gentes de fiar.

La cosa viene a cuento porque el partido de Puigdemont pactó con Esquerra Republicana de Catalunya una serie de medidas para investir presidente de la Generalitat a Torra. Entre ellas el reparto de la despensa de la Radio y Televisión de Cataluña. El acuerdo fue tan escandalosamente minucioso que contemplaba qué presentadores, comentaristas y tertulianos figurarían en nómina. Todo un abrevadero de colosales proporciones. Sólo un requisito: la fidelidad a Dios, a la patria y a los fueros.

Los de Oriol Junqueras han visto que, hasta la presente, no se les admite en la dirección de la despensa. Más todavía, las órdenes que vienen de Waterloo son claras: a Esquerra, ni agua. La quinta esencia de Bilardo, el pendenciero entrenador argentino. Junqueras, cual santo Job, recibe de sus socios la misma respuesta que el Director envía al Bufón en el famosísimo Fausto, de Goethe: «Lo que hoy no ocurre, no sucederá mañana».

Ei el hombre de Waterloo no respeta sus propios acuerdos con sus socios, ¿qué respetará? Si no reconoce el carácter sacrosanto de lo pactado no cumplirá con nadie. De ahí que le aplique a sus socios otra máxima que leemos en el Fausto: «El que cambia no debe seguir vivo».

Junqueras, sancta simplicitas.



Nota.-- La foto de arriba se corresponde con un carboncillo del maestro Yebra. 


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