viernes, 27 de julio de 2018

Las finanzas del Rey Emérito





No me interesan las andanzas sentimentales del rey emérito. Pero sí me importa el carácter de sus finanzas. Esto es, su legalidad y transparencia. Los dineros de don Juan Carlos siempre estuvieron en coplas. La herencia de su padre, el Conde de Barcelona; sus relaciones antiguas con aquel Colón de Carvajal y los negocios con mandatarios de Oriente Medio siempre fueron pasto de comentarios, en un principio en la prensa extranjera y, posteriormente, en algunos rotativos nacionales. El entonces monarca siempre fue vulnerable en ese terreno crematístico.

La difusión de las grabaciones de una larga conversación entre la llamada princesa Corinna, Juan Villalonga, antiguo presidente de Telefónica y el comisario Villarejo, han vuelto a poner de actualidad la vida y milagros de las finanzas de don Juan Carlos. Que si tuvo y tiene dineros en Suizo, que si se acogió a la amnistía fiscal, que si cobró comisiones por negocios en el extranjero. Eso es lo que vuelve a estar en coplas. O sea, llueve sobre mojado.

La reacción de algunas fuerzas políticas fue la petición de una investigación sobre el particular. El PSOE, el PP y Ciudadanos se opusieron frontalmente. Comoquiera que la escandalera no amainaba la solución que se arbitró fue la comparecencia del director del Centro Nacional de Inteligencia en la Comisión parlamentaria de Secretos Oficiales. Chocante: lo que era público se trataba secretamente. El director tenía la misión de explicar las aventuras de la tal Corinna. Una mala decisión: lo que medio sabe la opinión pública es tratado, como el sepulcro del Cid, con siete llaves.

El razonamiento más elemental es el siguiente: si no hay nada de nada, si los negocios del rey eméritos están tan limpios como una patena ¿qué miedo hay a que se haga la investigación y, por qué el sucedáneo de la Comisión de Secretos Oficiales? La cosa no cuadra. Queriendo salvar la (presunta) mauvaise reputation del Emérito se le cubre de inmundicia. Más todavía, intentando salvaguardar a la Corona, quien parece más quebrantado es el sexto Felipe.

Los escribas sentados del padre y del hijo guardan silencio.  

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