Me lo aseguran algunos viejos amigos de antaño,
hoy instalados en las covachuelas de la Generalitat: Carles Puigdemont intenta organizar un sindicato a su imagen y
semejanza. De ahí que esté facilitando las cosas a una cierta Intersindical CSC, dirigida por un tal Carles Sastre, antiguo miembro de Terra Lliure, que en sus años mozos fue hombre de gatillo
fácil y buena puntería. No es la primera
vez que, desde los campanarios nacionalistas, se intenta una operación de esa
naturaleza.
Ya en mis tiempos Jordi Pujol se esforzó en crear su propio sindicato con la
idea de contrarrestar a Comisiones
Obreras y UGT. Fracasó en toda la
regla. Aquello quedó en sindicato—probeta: cuatro y el cabo. Ni siquiera tuvo
relevancia en la administración pública catalana. El dineral invertido en la
operación se quedó en agua de borrajas. Se puede montar un partido o un partidillo
en veinticuatro horas, pero poner un sindicato en marcha ya es harina de otro
costal.
Ahora se intenta reeditar aquellos movimientos. El
dinero vuelve a circular y las facilidades de la televisión formalmente pública catalana da todo género
de facilidades. Que antiguamente fracasara no quiere decir necesariamente que esté cantado el fracaso.
Las cosas han cambiado tan estrepitosamente que lo que antaño no pudo ser,
pueda salir hogaño. Poderoso caballero no lo fue don Dinero, ahora Míster Parné
tiene más agarraderas.
El baile ha comenzado.
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