miércoles, 11 de julio de 2018

Luis Aguilé con Comisiones Obreras



El otro día publicamos en esta bitácora la relación de Manolo Escobar con Comisiones Obreras de Cataluña. Ha habido una sorpresa general, porque casi nadie estaba al tanto del asunto. Comoquiera que estas microhistorias no aparecen en los libros reproduzco la entradilla que hice el 25 de  junio de 2017. Luis Aguilé, el famoso cantante de la canción ligera, se jugó la piel cuando la detención de los compañeros de la dirección de CC.OO. en lo que se llamó el Proceso 1011.

Lean, lean.


Ayer hizo la friolera de cuarenta y cinco años (45) de la detención de la dirección de Comisiones Obreras (la Coordinadora General) con Marcelino Camacho a la cabeza. Sin duda fue una de las caídas más famosas en la lucha antifranquista. A los detenidos les llamamos Los Diez de Carabanchel. Los delegados catalanes nos escapamos por los pelos. Éramos Cipriano García, padre fundador de Comisiones Obreras, Armando Varo, dirigente de los trabajadores de Seat y un servidor.

Los antecedentes. El objetivo de aquella reunión era debatir un documento, Por la unidad del movimiento sindical,  que previamente teníamos los delegados. De hecho había sido publicado legalmente, semanas antes, en Cuadernos para el Diálogo con los eufemismos convenientes para burlar la censura. Lo firmaba N.S.A., que correspondía a Nicolás Sartorius Alvárez. Previamente nosotros, los catalanes, habíamos celebrado un importante encuentro de la CONC para llevar una opinión colectiva. Teníamos un matiz no irrelevante: nos parecía que, siendo justa la idea de discutir con UGT y USO la unidad del sindicalismo, no situaba con fuerza el papel de los trabajadores en los centros de trabajo y, muy en especial, el de sus representantes, los entonces enlaces sindicales y jurados de empresa. Esta era la novedad que queríamos aportar a la discusión. En los archivos de la CONC se encuentra un documento que elaboramos, que sirvió de base para nuestro debate.

Hicimos el viaje a Madrid en tren. Recuerdo que, asomados a la ventanilla, Cipriano señalaba las estrellas del firmamento y me decía sus nombres. Rememoraba naturalmente sus tiempos cuando, siendo niño, hacía de pastor en los campos de Ciudad Real.

Llegada a Madrid.  Cipriano conocía el lugar de la reunión: el convento de los Padres Oblatos, cerca de Pozuelo de Alarcón. Subimos al autobús. Vimos que el convento estaba tomado por los grises, la policía armada. Por lo que no nos bajamos y seguimos hasta el pueblo. La plaza estaba tomada también. Oímos a unos albañiles que comentaban que aquello se trataba de una redada para detener a unos traficantes de droga. Así es que, a la primera de cambio, tomamos el autobús rumbo a Madrid.

Nos dirigimos a casa del cuñado de Tranquilino Sánchez, dirigente de la Construcción. Creo recordar que se llamaba Sastrón y había estado en la cárcel de Burgos con Cipriano. Se presentó Tranqui y nos informó que Josefina Samper conocía ya la detención de su marido. Comimos. Sastrón nos llevó en su furgoneta a Guadalajara pues no era indicado que fuéramos a Atocha. Y vuelta a casa. Como Cipri conocía al dedillo todos los trenes regresamos a Barcelona dando más vueltas que un ventilador. Hicimos no sé cuántos trasbordos. En definitiva, burlamos a la policía.

Más tarde supinos que Vicente Llamazares, un destacado sindicalista de Artes Gráficas de Madrid, imprimía decenas de miles de octavillas (con Juana Muñoz Liceras) en el despacho de Luis Aguilé, denunciando las detenciones.  Luís Aguilé se hizo el longuis cuando vio lo que se estaba cocinando en su casa. Siempre se lo agradecí. Aguilé nunca presumió de ello.

Fue hace cuarenta y cinco años. El resto de la historia es suficientemente conocido. 

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