lunes, 17 de febrero de 2020

Partidos a destajo en Cataluña




Los políticos españoles de los últimos cuarenta años han sido ágrafos, salvo muy dignas excepciones. En estas, que yo recuerde, destacarían Santiago Carrillo y Raimon Obiols. Pero de un tiempo a esta parte han cambiado las cosas: una avalancha de políticos de los más variados galones y entorchados –o falta de ellos--  se ha tirado al ruedo de las letras y, cada dos por tres, aparece un título para consumo de la parentela. Ahora bien, como es natural este afán literario tiene más bien un carácter instrumental. Nada que objetar. Es un mecanismo más para hacer política.

Los políticos catalanes se llevan la palma en ese estajanovismo literario. A favor o en contra del procés se han publicado más libros que novelas escribiera en sus días aquel fecundo Lafuente Estefanía, a quien mi padre llamaba con santaferina retranca don Marcial. Uno de esos políticos es Santi Vila, titular de diversas consejerías de la Generalitat de Catalunya bajo las presidencias de Artur Mas y Carles Puigdemunt, condenado por desobediencia y absuelto por malversación en el famoso proceso. Santi Vila es, digámoslo así, una de las almas del nacionalismo moderado –se opuso a la declaración unilateral de independencia--  que intenta aglutinar los dispersos retales post convergentes con la idea de hacer un traje que les sea medianamente aceptable.  Más todavía, algunos verían con buenos ojos que fuera el padre putativo de un grupo numeroso de catalanes huérfanos. En concreto, nuestro hombre intenta –así lo ha declarado en la radio--  que todo el catalanismo centrista se presente a las elecciones como un nuevo partido político.  No sería solamente la asociación de agraviados que han dejado atrás las extravagancias de Waterloo sino todo aquello que no encaja en el menú que proponen tanto los post post post convergentes  como los de Junqueras.

Sant Vila y ese gambullo de personalidades post convergentes ha puesto la atención en una franja del electorado al que se le había prestado poca o ninguna atención. Según algunos observadores entre 250.000 y 300.000 electores catalanes podrían ser independentistas de forma «circunstancial o táctica». Estarían repartidos así: un 12 por ciento en los post convergentes y un 15 por ciento en los republicanos. Aparentemente es un buen pellizco, siempre y cuando sea un añadido a una determinada franja de electores, simpatizantes de las diversas tapas variadas del nacionalismo.

En fin, otro partido más en Cataluña. Otro partido que nace como resultado de operaciones de escuadra y cartabón.  Estos partidos suelen durar poco.

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