Tengo
la impresión de que Felipe
González está envejeciendo mal políticamente. Está muy lejos de ser el
de las nieves de antaño. Es más, el ex mandatario ha entrado en una fase de
exhibición de sus desacuerdos con el grupo dirigente del PSOE y, ahora de retruque, con el gobierno de Pedro Sánchez. Ahora vuelve a la carga con el
manoseado tema de Venezuela, que –como pescado podrido-- ya huele feo. No es la primera vez que Felipe
González emite un juicio negativo sobre las cosas de Venezuela. El caso es que
ahora su juicio no sólo es inoportuno sino que, intencionadamente, acompaña
inconscientemente a la operación de las derechas de acoso y derribo del
gobierno.
González
–informa Europa Press-- ha manifestado
que «Deley Rodríguez no debería haber pasado por España». Un puñetazo oblicuo con
guante de terciopelo al ministro Ábalos en el estómago de Pedro Sánchez. Más o
menos como aquellos atenienses que atacaban indirectamente a Pericles poniendo
verde por lo derecho a Aspasia, su mujer.
Que
Felipe González tiene todo el derecho del mundo a emitir sus ideas, juicios y
ocurrencias es de Pero Grullo. Ahora bien, una personalidad como él debería ser
más juiciosa y ver que, en ciertos momentos, si lo que se dice va a ser
aprovechado ferozmente por las derechas de secano y orinal. Cuando no se tiene
esa cautela –y González reincide en ello los últimos tiempos— se está descoloriendo
una considerable parte del acervo del viejo dirigente del PSOE.
Mario Soares y Felipe González, dos vidas (casi)
paralelas. Prudente siempre el primero; el segundo pilló viruelas a la vejez. Mario
Soares, socialista. Felipe González, hombre de Estado de cartón
piedra.
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