Las
encuestas políticas son solamente una foto instantánea, la radiografía
incompleta de un estado de ánimo. Tienen, por lo tanto, una utilidad relativa,
aunque puedan servir como exhibición en las llamadas redes sociales de aquellos
que necesitan una verdad revelada desde el exterior. También pueden ser útiles
para discutir en las tabernas y en aquellas pocas barberías de pueblo donde
todavía se habla de cualquier cosa, incluida la política. Hoy nos hemos desayunado con datos estadísticos.
El
PSOE sube del 28 al 31 por ciento. El PP baja levemente del 21 al 19 por
ciento. Unidas Podemos sube del 13 al 13,6 por ciento, desplazando a Vox al
cuarto lugar. Estos descienden del 15 al
13,4 por ciento. Y Ciudadanos sigue en estado minifundista.
Esta
foto instantánea nos depara algunas conclusiones, siempre provisionales: las decisiones
que ha tomado el gobierno de coalición progresista han premiado al PSOE y Unidas
Podemos. El intento de política de tierra quemada por parte de las derechas de
secano y orinal está fracasando, al menos de momento. Las derechas insisten en
su verborragia sin que ello les conceda rédito alguno. Peor todavía para ellos:
su irredenta gestualidad les hace perder adeptos. Y sin embargo, la competencia
entre ellos se sitúa en aquellos elementos que les hacen perder consenso a los
tres. Cualquier alumno de primero de Churchill se llevaría las manos a la
cabeza.
Como
telón de fondo de todo ello podemos advertir la presencia de Mario y Sila en la
política española, quiero decir de Felipe González y José María Aznar. El primero que se desentiende y es abandonado
por los aparentemente suyos; el segundo, numen del triángulo escaleno de las derechas.
Felipe que exhibe que no se siente representado por nadie; Aznar con su grito
de guerra: «A por ellos, que son de regadío». Viejuno el primero, viejuno el
segundo. A su lado, los toros de Guisando son pura
modernidad, a pesar de que están «hartos de pisar la tierra», como dejó dicho
el poeta de La Fuente.
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