viernes, 19 de febrero de 2021

Proféticos, milenaristas y abanderados


 

Escribe Mano de Mortero

 

El doctor Doctrinas emerge desde el origen de los tiempos. Los epidemiólogos lo conocen bien. Vuelve dicharachero, con su carromato far west, a difundir sus recetas milagrosas, aciagas, de palo, garrote e incendio para inflamar los síntomas de una justicia definitiva, casi divina y terrenal. Dos mundos conectados por la ciencia infusa del doctor inhabilitado por la historia. El galeno vuelve a ejercer bajo diversos nombres, todos con el apellido “libertad”. En nombre de esa extraña libertad que necesita aniquilar al contrario y que pervierte la idea luminosa de Rosa Luxemburgo: «La libertad siempre ha sido y es la libertad para aquellos que piensen diferente».

Vuelve la fe una y única. La larga tradición española del doctrinarismo. ¿Y catalana? También. La iconoclastia posmoderna, con mucho arcaísmo, toma las calles y circula en la boca de los parlamentos. La expresión libertariana de una derecha afásica encuentra una Marianica en la presidenta de Madrid región, quien oye la música y riega con hidroalcohol las calles incendiadas. La dirigencia de Unidas Podemos lanza desde el gallinero flores secas a los apedreamientos callejeros para no infundir sospechas, incapaces de mirarse al espejo ante la aparición de los primeros pelos en lugares insospechados hasta ahora, se niega a dejar atrás la pubertad política.

Los altavoces mediáticos dedicados a la fontanería disponen de carne fresca que lanzar al mercado público de banalidades. Una extraña mezcla de malestar, y razones no faltan, se ha puesto en marcha. Estemos, pues, a la expectativa. Aquellos que meses atrás hablaban de la desafección democrática de treintañeros y cuarentones, sugiriendo que los jóvenes y las muchachas en flor estaban por la fiesta despreocupada del carpe diem deberán darle una vuelta a los datos que manejaban, o los datos que manejaban han dado una vuelta en estos momentos. En todo caso, no cabría menospreciar el potencial volcánico de la rebeldía, sin causa y con causas, que está ocupando esta meseta del desierto pandémico que venimos atravesando.

Mientras tanto, los cuadernos para dialogar siguen abiertos, todavía en blanco. Las líneas caligráficas con sospechosa ortografía se mueven entre los gritos proféticos, el largo suspiro de la trompeta milenarista del «ara sí» y el abanderado, el Licenciado Lebrillo, se magrea la bragueta en el “photo cool” para arreglar los cuernos de Osborne, que amenazan con decir «esta es la mía».

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