viernes, 12 de febrero de 2021

Estamos en capilla de las elecciones del próximo domingo

  

1.--- El independentismo ya no intimida; su persistente acción disparatada le ha restado credibilidad y, por tanto, ya no amedrenta. De manera que la recurrente apelación a la «república catalana» es sólo un forraje espiritual para mantener la tensión de sus amigos, conocidos y saludados. Es solo un placebo para que no se apague la llama de la palmatoria.

Sin embargo, el independentismo es una fuerza que genera un potente embrollo e inseguridad de todo tipo así en el interior de Cataluña como en toda España. Hay que saber diferenciar entre «intimidación» y «embrollo». Es naturalmente un embrollo enormemente perjudicial; siempre lo fue. Y, por supuesto ahora, en plena pandemia y con posibilidades de que España sea la que más crezca económicamente en la Eurozona, según la Unión Europea.

Por eso, lo que se juega en las elecciones del próximo domingo es si el independentismo sigue embrollando desde las instituciones autonómicas y se convierte en un sujeto de follón en la plaza pública o si, por el contrario, se abre un camino que, lenta y gradualmente, vaya sacando a Cataluña de esta ciénaga.

 

2.--- En las anteriores elecciones el grado de participación fue considerable: era una manera de salir al paso de lo que se intuía como un peligro real de secesión de Cataluña. Una falsa apreciación.

Mayoritariamente se votó a Ciudadanos, porque el personal entendió que era la fuerza más firme contra esos intentos. Arrimadas hizo una pésima gestión de su condición de fuerza parlamentaria más votada. De manera que podemos decir que su impotencia ha contribuido a consolidar el embrollo catalán. Ya lo dice el refrán: Dios le da nueces a quien no puede roerlas.

 

3.--- Que no haya peligro de independencia no quiere decir que «el embrollo» sea un peligro irrelevante. Por eso es necesario un último esfuerzo para ampliar la participación electoral contra el independentismo.

Y para consolidar el embrollo se recurre al ´todos contra Illa´ y al más obsceno contorsionismo. Una orientación que apunta desesperadamente a que el PSC no sea la primera fuerza parlamentaria, se dirige también a avisar a los de Jéssica Albiach para que no molesten demasiado y, por último, señala con el dedo índice a Aragonès García lo que debe obedecer.

Más todavía, lo último que nos quedaba por ver es la imagen de Waterloo: media cara del carlista  Puigdemont pegada a la otra media del libertario Puig Antich. Un guiño chocante a la CUP, al tiempo que intenta robarle votos. Contorsionismo: los libertarianos yendo de bracete con los libertarios.

Unos y otros como no pueden, ni quieren declarar la independencia –sólo Jordi Cuixart es el único que está dispuesto a mandar a sus hijos a la cangrí--  declaran el «estado de embrollo». Lo que nos llevaría, si no se empieza a impedir el próximo domingo, a «una Cataluña dividida de manera irremediable entre dos bandos», alerta Enric Juliana en La Vanguardia de hoy. El camino a la Cataluña desguazada estaría cantado. Cosa que no parece importarle a los fanáticos a los que se les requiere «una tensión emocional permanente», según Jordi Amat

Los fanáticos de ayer y hoy. Bartolomé Esteban Gallardo allá por los comienzos del siglo XIX escribió un Diccionario burlesco donde definía magistralmente el fanatismo: «Enfermedad físico—moral, cruel y desesperada, porque los que la padecen aborrecen más la medicina que la enfermedad». Lúcido este ilustrado.

Sirva todo lo anterior como elemento de reflexión, también, a quienes no entienden que casa con dos puertas mala es de guardar.

 

Post scriptum.--- «Lo primero es antes». Es la gran enseñanza que difundía don Venancio Sacristán


 

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