miércoles, 10 de febrero de 2021

Las capas medias catalanas en la Caja de Pandora


«La gente que vota a Puigdemont no sabe lo que está votando». Así ha hablado Angels Chacón, candidata del PDECat, o sea, el partido post post post convergente del que mayoritariamente se escindió recientemente el grupo del hombre de Waterloo (1). Son palabras duras que se pueden entender como un rejonazo electoral o, quizá, como una señal de impotencia resignada ante el fideísmo casi religioso del electorado que vota al rival. En todo caso, estas palabras consagran una enorme cesura del PDECat con Waterloo. Otra más de aquel macizo electorado del partido de Jordi Pujol. Digamos, pues, que el gen convergente se ha ido descomponiendo en una miríada de grupos y grupúsculos, unidos tan sólo por la postulación formal de la independencia y rotundamente separados por las formas de aparentar llegar a ella. Todo es un juego de picardías porque, desde el más informado hasta el cabo furriel de las escuadras secesionistas, saben que no hay caminos viables hacia la independencia.  Se trata, en suma, de un grotesco toreo de salón, que ahora llaman postureo, manteniendo ese objetivo como aquellos antiguos esperaban la parusía.

El gen convergente está hecho añicos, cada una de sus partes sin relación entre sí --más bien confrontadas y divididas--  y sin un proyecto al que puedan recurrir. Una parte de ese gen votará sin saber lo que está votando, dice Angels Chacón. Algo tan contundente como aquel  que nos dijo «América no existe, yo estuve allí».

El gen convergente, la argamasa de las capas medias catalanas, se ha ido deshilachando. Esas capas medias que otrora fueron el basamento de la estabilidad y la garantía de la ´pax pujolista´, el seny mítico de la catalanidad, se han ido transformando –causa y efecto de las mutaciones del gen convergente— en puro salfumán, en la rauxa (rabia) que siempre reapareció en los momentos de decadencia. Unas clases medias que han recibido un nuevo alimento ´espiritual´ de Waterloo: Puigdemont y los suyos no condenan en el Parlamento europeo el asalto trumpista al Capitolio.

Las capas medias catalanas se han ido degradando cultural, social y políticamente en un conglomerado do coexisten desde demócratas hasta, cada vez más, sectores contagiados de trumpismo y almacenes de camisas oscuras, correaje y botas de media caña. No es ya la «parálisis melancólica del bucle del independentismo», que ha señalado alguien. Es un proceso, cada vez más acelerado, hacia la degradación y la decadencia.

Al grano: el próximo domingo no se ventila, sólo ni principalmente, el reparto de la túnica sagrada del poder –poco o mucho— de la Generalitat. Aquí nos jugamos si damos con los huesos en la cesta de los papeles o levantamos el vuelo. Hay quien no ha querido esperar: Pastas Gallo se lleva la producción a otro sitio que entiende más tranquilo. Calma. Que no cunda el pánico.

 

Post scriptum.--- «Lo primero es antes», enseña un temperado Venancio Sacristán.

 

1)           Véase en La Vanguardia de hoy. 

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