Es
hora ya de empezar a hablar del lumpen empresariado independentista. Podría ser
que no fuera ésta la primera vez que lo hagamos, vaya por adelantado. Este
lumpen empresariado (en adelante, lumpen para abreviar) se ha instalado en la
Cámara de Comercio, Industria y Navegación de Barcelona, uno de los sancta
sanctorum tradicionales de la burguesía catalana.
El
lumpen ganó las elecciones a esa institución, tras pillar confortablemente
dormidos a sus sempiternos dirigentes que no captaron lo que visiblemente se
movía bajo sus faldones. El vencedor fue
Joan Canadell,
empresario gasolinero, el Puigdemont
Chico, capitoste del lumpen
catalán.
La
Cámara se reúne ayer para tratar sus asuntos. Entre ellos estaba una moción que
presentan los opositores (la minoría) de denuncia del clima de violencia de
Barcelona de los últimos días. La mayoría rechaza la moción. Cinco horas de
discusiones agrias más propias de un grupúsculo que de tan venerable
institución. Gana el sector lumpen.
La
ira del lumpen es la expresión irascible de la derrota, días antes, de su candidato
en la asociación de la pequeña y mediana empresa PYMEC; es la desesperación
porque las elecciones catalanas (incluso con toda su complejidad y, si me
apuran ustedes, confusión) no dieron como vencedor a Waterloo, profeta desarbolado;
es la estupefacción tras la decisión del Europarlamento de retirar a Puigdemont
su inmunidad; es el penúltimo estertor tras la derrota de Trumpp. Permítanme un inciso de controlada crueldad
por mi parte: de la misma manera que los tres diputados de Waterloo se niegan apoyar
una moción que censura a Trump y a los asaltantes
del Capitolio, el lumpen empresariado –hechuras de Waterloo-- apoya las manifestaciones barcelonesas de los
«antifascistas» de sostén del rapero. Mientras tanto, la crisis del sector
automovilístico sigue agrietando la industria: el cierre de Bosch (factoría de
Lliçà d´ Amunt) puede significar el despido de 336 trabajadores. Canadell y el
lumpen, si es que se han enterado, se encogen de hombros: con la independencia,
eso no pasaría.
La
chocante decadencia de Cataluña está llegando a extremos –lo decíamos el otro
día-- de un comistrajo teatral: tapas
variadas de Valle—Inclán, Jardiel Poncela e Ionesco. Ahora,
tras la irrupción del lumpen empresariado, la cosa roza fragmentos de la novela
La
verdad sobre el caso Savolta, del maestro Eduardo
Mendoza.
Chocante
decadencia: la Cámara de Comercio, Industria y Navegación está en manos del
lumpen, es decir, cuando la economía es global, los dirigentes de esa institución
se comportan –hablando caritativamente-- como palurdos parroquianos que, para mayor
indigestión, azuzan a los manifestantes a seguir consumiendo la gasolina de
Joan Canadell, su presidente. Lo único que les falta a estos caballeros es la
fundación de un Sindicato Libre con sus correspondientes matones.
Nota
bene.— Harán bien ustedes si leen –qué digo leer, estudiar a fondo—el artículo
de Joan Coscubiela y allegados en https://elpais.com/opinion/2021-02-23/algo-ha-cambiado-en-cataluna.html.
Buen ojo el de quienes se desprendieron políticamente de él. Nunca entendieron
la máxima sacristaniana –no de don Manuel, filósofo,
sino de don Venancio, metalúrgico de Chinchón— que afirma que «Lo primero es
antes».
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