La
muchacha del 78 del siglo pasado fue requerida por el dirigente local: los
zoquetes de la dirección necesitan a alguien que maneje la contabilidad al cien
por cien. «Esa eres tú. De manera que no vengas más por aquí, te presentas en
la calle Bailén y a poner orden en las cuentas». La muchacha del 78 dejó su
puesto de trabajo de alta dirección en la empresa química de Ripollet y se
metió en el mundo de las facturas, albaranes y papeleos domésticos de una
organización que empezaba a necesitar el orden de la buena intendencia. La
muchacha del 78 no discutió que sólo le podían pagar un poco más de la mitad de
lo que ganaba antes. La muchacha del 78 puso orden. Y también en la hacienda
del Gabinete Jurídico y en el CITE.
La
muchacha del 78 fue una expresión de las mujeres de aquella generación que, andando
el tiempo y casi por sorpresa, se enteraron de que eran del «régimen del 78». Hoy
–justamente hoy, pasadas las 8 de la mañana, tras una dolorosísima enfermedad— la
muchacha del 78 nos ha dejado. Hoy,
Pineda de Marx nos pareció más pequeña.
La
muchacha del 78 se llamaba Roser: era gloria y
flagelo del sindicato.
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