jueves, 18 de febrero de 2021

Pedro y Pablo otra vez a la greña


 

La situación del gobierno empieza a ser preocupante. No conviene disimular que no pasa nada. En los últimos meses se han producido una serie de desencuentros entre las dos fuerzas políticas que conforman el Ejecutivo de Pedro Sánchez. No es sólo un problema de sacar pecho ante las elecciones catalanas. La cosa es más honda. Esta es, pues, una crisis que va de menos a más sin que se sepa, al menos por el momento, cuánto va a durar y cuál es su diapasón.

Esta crisis, además, se da en un momento confuso: el Partido Popular se encuentra lamiéndose las llagas por el juicio sobre los «papeles de Bárcenas» y su desastre electoral en Cataluña que le ha comportado la condición de partido extra parlamentario; Pablo Casado está en boca de importantes dirigentes de la organización, unos, esperando la ocasión para afilar las albaceteñas, otros, cansados de ir mejorando a peor. Momento confuso, también, en Ciudadanos, cuya hecatombe en Cataluña ha hecho época. Arrimadas está siendo fuertemente cuestionada, aunque resiste –como Casado--  en las casamatas de la dirección.

Estos rifirrafes internos de populares y ciudadanos conllevan un enorme nerviosismo en sus grupos dirigentes, que intentan esconder armando gigantescas zahúrdas en el Congreso de los Diputados. Es decir, los desconchados y las grietas de sus edificios se camuflan armando gresca en el Parlamento.

Este es –lo repetimos con desagrado-- un momento confuso, precisamente cuando va a empezar la comisión interministerial que trata de los fondos europeos. De un lado, dimes y diretes en el gobierno; de otro, inestabilidad parlamentaria. «Lo primero es antes», es decir, temple y altura de miras. Tienen razón si me dicen que eso es retórica. Cierto, pero lo contrario a ´temple´ y ´altura de miras´ conduce al fracaso del gobierno progresista de coalición. Lo que equivaldría al cierre del nuevo ciclo de derechos de ciudadanía, dentro y fuera del ecocentro de trabajo, que se abrió tras la investidura de Pedro Sánchez. Si, por desgracia, se llegara a la ruptura, las consecuencias serían tremendas y, entonces, lo de menos sería quién es el responsable de esa catástrofe. Por lo demás, también importaría una higa si el electorado censurara a uno o a otro –o a los dos— porque lo importante serían las consecuencias: la paralización del nuevo ciclo de derechos.

Sugiero la siguiente propuesta: que el sindicalismo confederal tome cartas en el asunto y, discretamente, medie para reparar el desaguisado gubernamental. Me parece que, dado que sería el principal perjudicado de esa indeseable ruptura, debe ser quien le cante las cuarenta a Pinto y Valdemoro.

 

Nota bene.---  Ruego al público que clique en este link; tendrá una cierta sorpresa: https://cat.elpais.com/cat/2021/02/18/cultura/1613638040_449531.html. CC.OO. de Catalunya ante el tristemente célebre 23 F de 1981.

 

 

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