martes, 3 de marzo de 2020

TV3, piquete del Régimen


El hombre de Waterloo hacía correr que el acto de Perpiñán sería el nuevo punto de encuentro del independentismo. Pero lo organizó con otro objetivo: que todo girara a su alrededor y retornar a la declaración unilateral de independencia como frontal antagonismo a la estrategia de independencia al baño María. Waterloo ha conseguido justamente lo contrario: los de ERC, que vieron cómo se abroncaba a Oriol Junqueras, han acusado a Puigdemont de «deslealtad»; los fraticelli de la CUP ha decidido llamarse Andana; y el sector moderado de los post post post convergentes se dispone, a la chita callando, a fundar otro partido que lanza las redes en los mismos caladeros que Waterloo. Todo lo que toca Puigdemont se hace trizas. Solo el independentismo cátaro le sigue religiosamente la corriente. De hecho, Waterloo es la expresión más genuina de la desubicación de aquellos exiliados que encajan con lo que dejó dicho Antoni Rovira i Virgili: «Poníamos el deseo en el lugar de la realidad, y vivíamos, políticamente, en un mundo imaginario».  Más todavía, cada vez que la dirección real de los procesos políticos ha estado en el exterior, las cosas se han complicado más.

Waterloo tiene un importante instrumento en sus manos, a saber: la televisión del Régimen. No sólo es el chisme que orienta genéricamente, sirve especialmente para organizar a la militancia del independentismo cátaro. El que intenta animar a esas «bases desconcertadas y desfibradas», según la acertada descripción del periodista Francesc—Marc Álvaro en La Vanguardia de ayer. Un movimiento sin brújula que se mueve espasmódicamente sin calibrar su orientación. Mientras tv3 esté en manos de Waterloo los nuevos cátaros estarán perturbando la vida política catalana.

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