La
derecha carpetovetónica y la derecha catalana de Waterloo tienen un acuerdo implícito: mantener
la confrontación contra el Gobierno en estos momentos de emergencia contra el
coronavirus. Casado y
Torra creen que una
tregua sería perjudicial para sus intereses. Los dos han tomado nota de la
unidad social, de la confraternización y solidaridad que se ha dado estas
noches en las que miles de vecinos han salido a los balcones a aplaudir a los
profesionales de la sanidad. Torra ha visto esas movilizaciones en Cataluña, algunas de ellas cargadas de un
profundo simbolismo: miles de vecinos, por ejemplo, en Mollet del Vallès,
cantando el Bella Ciao desde las terrazas y
balcones. Eso no cuadra con Waterloo que
considera indigesta cualquier conciencia de comunidad extraña (y, peor todavía,
contraria) al soberanismo. No cuadra –decimos--
porque necesita recordar que estos son tiempos de confrontación a
degüello: lo de la mesa de diálogo es un cuento chino de Esquerra Republicana de Catalunya.
Por lo que el independentismo cátaro –el resto es pura filfa-- debe mantener sus esencias. De ahí el mandato
de Waterloo al laborioso Torra para que, cimarrón diplomado, ataque las medidas
contra el coronavirus «por invadir las competencias de la Generalitat». Y, en
un sostenido arranque de indecencia, plantea la necesidad de una huelga
general.
En
efecto, Waterloo quiere mantener la confrontación a toda costa. Es más, el
atolondrado narcisismo de Puigdemont le lleva a creer que esta es no una sino la oportunidad para sacar el procés
del barbecho. Y para ello todo vale, incluso la burla de la situación difícil
que atraviesa Madrid. La señora del «íbamos de farol» escribe en su twitter «De
Madrid al cielo» que Puigdemont se apresura a compartir. Su objetivo es organizar la burla. Hace abstracción
–intencionadamente, no lo duden-- de que
desde Igualada también se puede ir al cielo. Eso sí, bajo el palio crepuscular
de la estelada. Ha provocado una
indignación masiva, aunque yo me lo tomo como la expresión alocada de su fracaso personal y colectivo.
Repetimos,
es evidente el acuerdo implícito de las dos derechas (la carpetovetónica y la
de Waterloo). Casado afirmando indecentemente que «Sánchez propaga el virus» y
Torra con su definitiva pérdida del oremus. En suma, el pacto de los lobos.
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