lunes, 30 de marzo de 2020

Segunda entrega de «200 años de compromiso del sindicalismo europeo»



José Luis López Bulla

Reeditamos “por entregas” el texto de la Conferencia  en la Facultad de Ciencias Sociales y del Trabajo. Universidad de Zaragoza. 18 Octubre 2011.

Segundo tranco

De lo referido se puede desprender que el movimiento cartista indicia la aparición de una nueva placa tectónica en el movimiento de los trabajadores en general y el movimiento sindical particularmente. 1848 es el año de la derrota formal del cartismo y lo es también de la aparición del Manifiesto Comunista de Marx-Engels. Nuestros dos amigos barbudos (alemanes ambos) toman carrerilla y ponen las condiciones de una nueva metodología. Es el declive del socialismo utópico (tal vez el adjetivo es una exageración) y la aparición del socialismo científico otra, me parece a mi, hipérbole que habrá que entender en clave mediática, de la que era un maestro el barbudo de Tréveris. Me permito una aclaración, tal vez innecesaria: cuando hablamos de la relación del cartismo con la política no nos referimos a vínculo alguno de tipo partidario (eso vendrá después en Inglaterra y el Continente) sino con la política en general. Posteriormente, cuando llegue el momento, hablaremos del partido lassalleano (de Ferdinand Lassalle) y su relación con el sindicalismo europeo. En todo caso, el cartismo sugiere y propicia una nueva fase en el movimiento de los trabajadores del que sólo se apartará el anarquismo.


Entre 1873 y 1890 tiene lugar una crisis económica que en la época se conoce como la gran depresión. En esta época se quiebra el monopolio industrial inglés al aparecer otros países industrializados que compiten en el mercado internacional. Estas grandes mutaciones son analizadas por Engels, especialmente de manera brillante, en el “Complemento y apéndice al tomo III de El Capital” (1895), en la traducción de don Wenceslao Roces: la bolsa que, en 1865, era un elemento secundario, ahora se ha convertido en algo catedralicio; gradual transformación de la industrial en empresas por acciones; añádase a lo anterior las inversiones extranjeras…


Podríamos decir que, en el último tercio del siglo XIX se inicia un nuevo movimiento tectónico en la acción colectiva del movimiento obrero: 1) el sindicalismo deja de ser un fenómeno exclusivamente del Reino Unido y, gradualmente, se va estructurando de manera desigual en Europa, Estados Unidos, la Rusia zarista y algunos países asiáticos. Vale la pena relatar que en los Estados Unidos surgieron dos potentes organizaciones sindicales: la American Federation of Labor y otra llamada pomposamente Noble Orden de los Caballeros del Trabajo (King of Labor), una asociación realmente de masas y siempre confusa, que perdió parte de su predicamento cuando se negaron a convocar a la huelga el Primero de Mayo. En todo caso intentaron recuperar la imagen negociando con el presidente de los Estados Unidos la celebración del Labor day para contrarrestar la influencia del Primero de Mayo. De paso me permito una recomendación. Considero de interés el estudio del movimiento sindical norteamericano, a él le debemos los orígenes de las ásperas batallas por la reducción de la jornada laboral (las ocho horas) y la reanudación de aquellas movilizaciones en 1888 por parte de la AFL, dirigida por Samuel Gompers, que ensayaron una táctica muy interesante: cada año deberían producirse huelgas en una sola rama industrial, sostenida financieramente por el resto de los centros de trabajo que no iban a la huelga. También debemos a los norteamericanos el día Internacional de la Mujer trabajadora; de importancia no menor es el sindicalismo de la Industrial Workers of the World, conocidos popular y afectuosamente como los woobly, (en las primeras décadas del siglo XX) por sus indiciaciones a algunos códigos de conducta de las primeras Comisiones Obreras. 2) El sindicalismo es un fenómeno muy ligado a la realidad de cada Estado nacional: recuérdese que estábamos hablando de los movimientos tectónicos. Y, finalmente, 3) La relación genérica del sindicalismo con el cuadro institucional se va convirtiendo en un vínculo muy estrecho con el partido socialista o laborista, donde –como el en caso español y otros— el nacimiento del sindicato es posterior y, casi siempre, creado por la organización política a la que se subordina. En pura lógica, un cambio de esta envergadura requiere una nueva mutación del sujeto social, que es el sindicalismo.



Hemos de decir las cosas por su nombre: las concepciones de Marx sobre el sindicalismo (es el primero que habla de independencia de los sindicatos) son derrotadas por los partidarios de Lassalle, el dirigente socialdemócrata alemán. No me resisto, por su importancia, a documentar esta afirmación. Habla Marx: “En ningún caso los sindicatos deben estar supeditados a los partidos políticos o puestos bajo su dependencia; hacerlo sería darle un golpe mortal al socialismo”. Tal cual. Se trata de la respuesta de nuestro barbudo al tesorero de los sindicatos metalúrgicos de Alemania en la revista Volkstaat, número 17 (1869) en clara respuesta a lo afirmado por Lassalle: “el sindicato, en tanto que hecho necesario, debe subordinarse estrecha y absolutamente al partido” (Der social-democrat”, 1869).


Y siguiendo sin pelos en la lengua, habrá que decir que también en la muy posterior cultura comunista se silencia (más bien, se meten las tijeras en) la formulación marxiana de la independencia del sujeto sindical. Convenía más la técnica del viejo socialdemócrata Lassalle. Que resumiendo se caracteriza por: 1) el partido es quien guía, ordena y manda; 2) de ahí se desprende la separación radical de funciones: el partido se dedica a todo, al sindicato sólo y solamente le incumbe la cuestión salarial y la reducción de la jornada de trabajo. Este es el esquema de la llamada correa de transmisión, el sindicalismo reducido a una prótesis del partido. El conflicto social es algo contingente que está al albur de las necesidades e intereses del partido llassalleano. Por decirlo con las sabias palabras de BRUNO TRENTIN (el dirigente sindical italiano más fascinante de la segunda mitad del siglo XX): Esta separación de la política con relación a las vicisitudes del trabajo asalariado madura en esos años muy lejanos y configura un partido guía e intérprete de la “clase” con todos los nuevos dogmas que consiguientemente se derivan: la división de tareas entre partido y sindicato, la naturaleza fatalmente corporativa y sin salida política posible del conflicto social, el deseo de la aportación prometéica y liberadora que vienen “del exterior”, de la élite política. Allí se inició un camino que ha conducido, de un lado, a una concepción del partido político como entidad autorreferencial y, de otro lado, en definitiva, a un progresivo desinterés de la cultura de la izquierda en los debates sobre la morfología del conflicto social y sus evoluciones.




Una descripción que describe cómo debe ser la relación entre el partido y el sindicato que comparten in toto Lassalle, Guesde, Lenin, Pablo Iglesias, Palmiro Togliatti y todo el arco socialista y comunista. Lo sorprendente, y ya tendremos ocasión de comentarlo, es que la ruptura de la correa de transmisión, muchísimo más tarde, no vendrá de la mano los sindicalistas de matriz socialdemócrata sino de los comunistas: ahí están los nombres de Giuseppe Di Vittorio, Bruno Trentin y nuestro Marcelino Camacho. Pero todavía queda mucho trecho por recorrer.


La extendida idea de que el anarco-sindicalismo y el sindicalismo cristiano se libraron de esa supeditación al partido es equívoca. Los primeros estarán casi siempre o supeditados o interferidos por grupos externos; los segundos –por ejemplo, los casos belga e italiano en la componente cristiana— tendrán algo más que el manto protector de la Iglesia o de las diversas grupos de la Iglesia católica. Tal vez el caso que puede aparecer como una anomalía sea el inglés; en realidad son los sindicatos quienes crean el partido laborista y, una vez creado, pactan una especie de estatuto vinculante: el sindicato aporta una cantidad financiera suficiente y a cambio tienen garantizado un concreto cupo de miembros en el grupo parlamentario. No obstante, se mantiene la rígida separación de funciones: el partido lo cubre todo y al sindicato sólo le incumben los salarios y el tiempo de trabajo.


... Mañana continuará, probablemente a esta hora. 

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