domingo, 15 de marzo de 2020

Hay mucho sabihondo suelto



España es un país de sabelotodos, sabihondos y enteradillos. Ya lo éramos cuando en «tiempos de los apostóles vinieron los barbáros que se comían los pajáros que estaban en los arbóles». Por favor, pronúnciese como indican las tildes. Aquí prolifera el saber chusquero desde la petulancia del autodidacta hasta la soberbia del titulado. En cierta medida lo estamos viendo con la crisis del coronavirus. Hojalateros y académicos de la Lengua, cabos furrieles de Infantería de Marina y físicos cuánticos, y así hasta las mil y una profesiones opinan con los saberes del maestro Liende, que de todo sabe y nada entiende.  Paréntesis: en mis viejos tiempos llamábamos a un sindicalista el Tío Matices por su desmedido afán de apostillar: ni siquiera el teorema de Pitágoras se salvó de su ímpetu de realzar. O sea, que de esta crisis y de sus soluciones sabemos todos. Mucho más que los conocimientos que todos llevamos dentro como seleccionadores de fútbol. Y no digamos los periodistas: unos, herederos de Guy Talese; otros, alumnos del reportero Tribulete, que siguen el viejo refrán: «Ido el conejo cada uno da el consejo».

Tengo a Lola García por una profesional sería, poca amiga de estridencias. Sin embargo, correr en demasía y no verificar lo que se escribe le ha llevado a escribir algo chocante: «Visto por el retrovisor, las medidas [anunciadas ayer por el presidente del Gobierno] llegan tarde. Por eso hay una pandemia». Veamos: la premisa (´las medias llegan tarde´) es tan subjetiva como si yo dijera lo contrario. Pues bien, de su particular subjetivismo Lola García saca una conclusión que es, ciertamente, científica, a saber: hay pandemia. ´Extraño razonamiento, que ha aparecido hoy en La Vanguardia.  Seamos serios. 

En conclusión, hay gente que se confunde –unos de manera intencionada para sacar tajo, otros por mero afán estético--  de momento y de etapa. Recuerdo que, siendo yo niño chico, presencié un incendio: todos estábamos llevando calderos de agua y ayudando a los bomberos. Pero unos cuantos –de hecho, cuatro y el cabo— sin hacer absolutamente nada comentaban y pontificaban que «los bomberos habían llegado tarde».   

Sugerencia: Guárdense de la sabiduría de los psicópatas.

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