A
Albert Rivera se le
ha visto el plumero. Eso sí, a través de una extraña confusión entre hacer
política y formar parte de la brigadilla
municipal de la limpieza de calles y plazas. Digámoslo con claridad: su
afanosa actividad de retirar los lazos amarillos no está concebida en clave
esencialmente catalana, sino de otra cosa. Así lo barruntábamos algunas
amistades estos días pasados, y sobre ello ha escrito hoy el maestro Enric Juliana, que reaparece hoy, tras las vacaciones
de agosto, con mayor acumulación de lucidez.
La
actividad de los de Rivera en su disfraz de brigadilla de la limpieza --afirma
Juliana-- forma parte de la campaña electoral de Ciudadanos ante el insistente rumor de un
adelanto electoral de las elecciones andaluzas para finales de octubre. Un
rumor que tiene su base en los movimientos de la Junta de Andalucía que está
pidiendo informes a granel a todos sus departamentos. Así pues, la primera
derivada de la brigadilla Rivera – Arrimadas sería su competición con el
Partido Popular en Andalucía y la segunda derivada ser el punto de referencia esencial, en
el terreno simbólico, de la confrontación con el independentismo.
La
primera conclusión provisional: el gran litigio de la batalla no es hacer
política, sino la confrontación de símbolos, sabiendo a ciencia cierta que en
ese terreno no hay posibilidad alguna de que las cosas se puedan enderezar. La
segunda conclusión, también provisional, es que de esa manera no sólo se pierde
el tiempo, sino que tapona, por inexistente, cualquier forma de salir del gran
atolladero. Que es lo que quieren los hunos y los hotros.
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