Escribe El Dómine
Cebra
Isabel Coixet es una cineasta como la copa de un
pino. Es una gran mujer que ha hecho una interesante aportación al áspero
debate sobre el destino final de los restos de Franco. Concretamente ha manifestado: «Arrojemos
los restos de Franco al mar. No es un desaire, sino un homenaje a su vocación
marinera». (La Vanguardia de hoy).
Es
una propuesta inteligente y, tal vez, ambigua. Con esa ambigüedad que, decían,
caracterizaba al florentino más grande que ha habido, al menos hasta la
presente, Dante Alighieri. Con los restos del
general sublevado en el fondo del mar, de un lado, nos evitamos que se
convierta en un lugar de romería y, de otro lado, sus parciales pueden sentir
que se le rinde un homenaje.
Ahora
bien, no podemos descartar que Coixet esté influenciada por los usos y
costumbres de Santa Fe, capital de la Vega de
Granada. Una de las señas de identidad de esta afamada ciudad es su potente
retranca, que allí recibe el nombre de malafoyá. ¿Homenaje al Dictador? Psé.
Todos sabemos que Franco tenía una tremenda ojeriza a la Armada. No fue
admitido en la Academia Naval, a pesar de ser hijo del cuerpo. Su padre fue
General intendente de la Armada. De donde inferimos que la propuesta de Coixet
contiene algunas arrobas de sorna. Perdón, de malafoyá santaferina.
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