El
desasosiego cunde en la sala de máquinas del independentismo político. Se
anuncia la creación de otro partido para la primera semana de diciembre.
Todavía están las ponencias por salir del horno, pero ya tiene nombre: Crida Nacional per la República.
El músculo del hombre de Waterloo no duerme, ni tampoco descansa su
imaginación. La idea de los promotores es clara: un solo frente independentista
de cara a las elecciones municipales y europeas del próximo año. Con lo que
podríamos afirmar que todo indica, aunque no se diga, que será un partido
instrumental. Partido digo, que no coalición. Un partido que englobaría
–dicen-- desde los neo convergentes a la
CUP pasando por Esquerra Republicana de Catalunya.
Liberales autárquicos, socialdemócratas de academia, anticapitalistas
sedicentes y otras salsas en una sola posada. Demasiado embrollo. Esa es la
intención: un solo partido que, como el arca de Noé, recoja toda la flora y
fauna de la escena independentista. Carles Puigdemont, genio y figura.
Fracasaron
los objetivos del procés. Pero el
músculo se mantiene: no consigue construir su ínsula Barataria, pero dificulta
la reconstrucción política de Cataluña. Su técnica salvífica es la permanente
destrucción y construcción de organizaciones políticas hasta que suene la
flauta de Bartolo. Este ha sido, por lo demás, uno de los elementos
característicos de la biografía política del procés. Liquidación de la vieja Convergència, el partido del Patriarca, y
fundación del PDeCat,
creando además una considerable agrupación
de agraviados. Lo que me lleva a formular una hipótesis provisional: cuando no
se sabe qué hacer, se funda un nuevo partido.
A
estas alturas, Bannon,
el Enviado de Trump
en la Tierra, toma nota de estas vueltas y revueltas catalanas. Su lema: Delenda est Europa.
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