La intervención de José
María Aznar en la comisión investigadora del Congreso de los Diputados
ha sido, a todas luces, inquietante. Se ha comentado por diversos analistas su
tono bronquista, su talante de cacique. Aznar convirtió el Parlamento en un
tugurio de mala muerte. Aznar en su estado más natural.
Lo importante de su comparecencia en la
comisión es que Aznar, con ese estilo, está marcando la pauta política al Partido Popular. En todo caso, varios son los
elementos que nos provocan una reflexión: el carácter de estos instrumentos
parlamentarios y el giro del Partido Popular.
Las comisiones de investigación se han
convertido en un perifollo que, de manera chocante, está dando más brillo al
investigado que a sus interpelantes. En esta ocasión, Aznar salió ileso de
un rifirrafe que, por lo general, apenas
si le arañó. Cuando el estilo de taberna suplanta a la política el matón de
turno tiene todas las de ganar. Ahora bien, soy del parecer que en la sesión
del otro día apareció una novedad que, a mi juicio, no ha sido tenida en cuenta
por los observadores y analistas políticos. Aznar aprovechó la ocasión para
reaparecer como el mentor de la derecha española.
Vemos, tras la moción de censura que derrotó
a Rajoy, el Partido
Popular quedó momentáneamente como el gallo de Morón. Sin plumas y
cacareando. Una ocasión que podía favorecer a Ciudadanos
que le iba soplando en el cogote. Con lo que tras la derrota el PP se vio
necesitado de volver a las fuentes. A las fuentes de los Tercios de Flandes.
Había que archivar al pusilánime Rajoy por el rudo Aznar. La escenografía de su
reaparición en la escena indicaba con toda claridad el giro. Casado y sus párvulos acudieron llevando bajo maza al
caudillo. Lo contrario de otros tiempos recientes: las intervenciones de Aznar
eran ninguneadas y boicoteadas por el grupo dirigente del PP de Mariano.
Y Aznar aprovechó la ocasión. Trucó la
historia, negó que el partido se hubiera convertido en una pocilga, re
reivindicó a sí mismo. Pero lo fundamental es que les dijo a los suyos qué tipo
de política –sectarismo, dogmatismo y ultraderechismo-- debe acentuar su formación. La oposición
salió alguacilada del encuentro. Salvo Pablo
Iglesias, que fue al grano. Que no cayó en la provocación. En
todo caso, somos de la opinión que se abre una nueva fase –mucho más
inquietante—en la política española. Ha resucitado Aznar.
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