jueves, 20 de septiembre de 2018

Cataluña, masiva fuga de empresas



En un momento dado de la batahola catalana los jerarcas empresariales avisaron a Carles Puigdemont, todavía presidente de la Generalitat,  de que se corría el peligro de que miles de empresas se largaran con viento fresco  de Cataluña. Las autoridades se encogieron de hombros y siguieron con lo suyo. Un alto mando afirmó que no pasaría nada. Esta fue la doctrina oficial. Pronto los hechos empezaron a hablar de manera contundente. Empresas de alto copete hicieron las maletas y trasladaron sus sedes sociales a otros puntos cardinales. Los covachuelistas siguieron negando la evidencia. Sin novedad, señora Baronesa.

Ayer se hizo balance de la situación. La consejera del ramo afirmó que tres mil setecientas (3.700) han deslocalizado su código de identificación fiscal. En todo caso es una cantidad que no coincide con los datos de la Oficina de Registros Mercantiles   que cifra en cuatro mil quinientas (4.500) dicha fuga. Sea como fuere, el número que da la consejera es más que alarmante.

La consejera, no obstante, ha relativizado la situación: es un porcentaje mínimo con relación al número de empresas catalanas que permanecen. La buena señora oculta, sin embargo, que estamos hablando que las empresas huidas representan un volumen de facturación de cien mil millones de euros (100.000) de facturación. Una friolera. El otrora nervio económico de Cataluña  ha cruzado el Ebro cantando “Ay, tio, pásame el rio”.


La consejera, además, ha declarado que no hay ningún plan para que dichas firmas retornen a Cataluña. Así las cosas, se consolida desgraciadamente la tendencia a la decadencia del país. Por lo demás, ni siquiera han caído en el detalle de que dicha fuga está engordando a Madrid, que es la receptora del 61 por ciento de tal diáspora. Como es natural esta situación requería una explicación: la culpa de todo ello no es de las autoridades catalanas. Es del maestro armero, disfrazado de Madrid.  Y así pasará a la narrativa oficial de la historiografía de baratillo, empeñada en demostrar que la suma de los cuadrados de los catetos no tiene nada que ver con el cuadrado de la hipotenusa.  Al tiempo que grita “Puigdemont, ora pro nobis”.  


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