En un momento dado de la batahola catalana
los jerarcas empresariales avisaron a Carles
Puigdemont, todavía presidente de la Generalitat , de que se corría el peligro de que miles de
empresas se largaran con viento fresco
de Cataluña. Las autoridades se encogieron de hombros y siguieron con lo
suyo. Un alto mando afirmó que no pasaría nada. Esta fue la doctrina oficial.
Pronto los hechos empezaron a hablar de manera contundente. Empresas de alto
copete hicieron las maletas y trasladaron sus sedes sociales a otros puntos
cardinales. Los covachuelistas siguieron negando la evidencia. Sin novedad,
señora Baronesa.
Ayer se hizo balance de la situación. La
consejera del ramo afirmó que tres mil setecientas (3.700) han deslocalizado su
código de identificación fiscal. En todo caso es una cantidad que no coincide
con los datos de la Oficina
de Registros Mercantiles que cifra en
cuatro mil quinientas (4.500) dicha fuga. Sea como fuere, el número que da la
consejera es más que alarmante.
La consejera, no obstante, ha relativizado la
situación: es un porcentaje mínimo con relación al número de empresas catalanas
que permanecen. La buena señora oculta, sin embargo, que estamos hablando que
las empresas huidas representan un volumen de facturación de cien mil millones
de euros (100.000) de facturación. Una friolera. El otrora nervio económico de
Cataluña ha cruzado el Ebro cantando
“Ay, tio, pásame el rio”.
La consejera, además, ha declarado que no hay
ningún plan para que dichas firmas retornen a Cataluña. Así las cosas, se
consolida desgraciadamente la tendencia a la decadencia del país. Por lo demás,
ni siquiera han caído en el detalle de que dicha fuga está engordando a Madrid,
que es la receptora del 61 por ciento de tal diáspora. Como es natural esta
situación requería una explicación: la culpa de todo ello no es de las
autoridades catalanas. Es del maestro armero, disfrazado de Madrid. Y así pasará a la narrativa oficial de la
historiografía de baratillo, empeñada en demostrar que la suma de los cuadrados
de los catetos no tiene nada que ver con el cuadrado de la hipotenusa. Al tiempo que grita “Puigdemont, ora pro
nobis”.
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