La
batalla electoral de las elecciones municipales en Barcelona ha entrado en una
nueva fase. Ayer Manuel
Valls presentó su candidatura para la alcaldía de la casa gran. Es una novedad que ya hemos
analizado en anteriores escritos en este mismo blog. En todo caso, debemos
añadir lo siguiente: esas elecciones van más allá del marco municipal. El
panorama político catalán está añadiendo una serie de variables que, en cierta
medida, desvirtúan el carácter municipal de dicha contienda, que parece ser
entendida como un pretexto para el gran litigio del conflicto político. Así
están las cosas, desgraciadamente.
En
todo caso, como ya hemos indicado es la novedad que provoca Manuel Valls, que
deja las aguas del Sena por las del Besós. Ayer solemnizó su decisión. Llamamos
la atención, no obstante, de que nadie de la plana mayor de Ciudadanos acudió a dicho
acto. ¿Tirón de orejas de los de Rivera a su
candidato? Eso es lo que parece.
Veamos:
Rivera marchó a París y trató de convencer a Valls de que era su opción en la
batalla de Barcelona. Ciudadanos entendió que la respuesta era positiva y
echaron las campanas al vuelo. Pero Valls, fogueado por la política
versallesca, ideó su propia carta de navegación. Y, matizando su discurso,
lanzó a los cuatro vientos que: se presentaría a los comicios con una lista «de
ciudad», sin la cobertura oficial de los partidos --esto es, sin la guía de
Ciudadanos-- con sus recursos propios,
con un programa y una lista de personalidades, elaborados por su plana mayor.
Así las cosas, Ciudadanos queda como un instrumento meramente ancilar del
alcaldable. Para más inri Valls se presenta como un exponente del catalanismo
cultural, lo que, en buena medida, es nombrar la bicha en casa de Rivera. No
cabe duda que Ciudadanos no ha gestionado bien –o al menos como lo esperaba— el
trasvase del Sena al Besós. En definitiva, la sigla de Ciudadanos no aparecerá
en la batalla de la gran Barcelona. Lo que tiene una importancia de primer
orden: quien no está en primera plana, no existe. Un resbalón que no perdona la
mercadotecnia electoral. Se entiende, pues, el regomello de Ciudadanos y su
ausencia del inicio de campaña. Y, finalmente, se supone que Rivera ha descubierto
que Talleyrand es un
hueso duro de roer. Rivera o la sancta
simplicitas.
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