La
sanidad pública catalana fue la joya de la Corona. Ahora, tras diez años
tormentosos, amenaza con convertirse en pura chatarra. Suerte de sus
profesionales que siguen siendo lo que siempre fueron, un auténtico tesoro.
Una
década ha bastado para lo que podemos calificar una involución en toda la
regla. El gasto ha bajado un preocupante 28 por ciento. Concretamente: 3.328
millones de euros. Durante el mismo periodo Baleares ha incrementado el
porcentaje en un 12,3 por ciento, Navarra en un 7,45 y Cantabria en 3,3.
Cataluña, con una sanidad que fue punto de referencia en Occidente, ocupa el
lugar décimo quinto de las comunidades autónomas españolas. Cada año un peldaño
menos.
La
decadencia empezó cuando Artur
Mas volvió a la presidencia de la Generalitat. Su política de recortes;
las políticas del conceller Boi
Ruiz favorables a la sanidad privada y la inepcia de Toni Comín, que ni siquiera
sus correligionarios entendieron por qué llevaba el negociado de la Sanidad
explican la parábola descendente. Abrumado el versátil Comín por los problemas
acumulados se encogió de hombros y aseguró que con la independencia de Cataluña
se acabaría el problema. Los gobiernos de Puigdemont y Torra han empeorado más las cosas. La excusa del
155 no cuela, la cosa viene de muy atrás. Es lo que pasa cuando los agitadores
de baratillo están donde están.
La
joya de la Corona o lo que pudo haber sido y no fue. Menos mal que tenemos a
los profesionales de la Sanidad que nos defienden de tales dirigentes
políticos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario