Hoy
predica Quim Torra,
el presidente demediado, en el Teatre Nacional de Catalunya. Su sermón
anunciará las cabañuelas, que en el Norte llaman témporas, de las temperaturas
de los próximos meses. Un sermón, elaborado a cuatro manos, desde el palacete
de Waterloo. En todo caso, como es de rigor en estos asuntos, se han dado a
conocer los ejes centrales. Sabemos, pues, que la función principal de la que
se desprenden las diversas variables es: «tenemos la mayoría social en
Cataluña». Una postverdad como una casa de payés. O, si se quiere, algo tan
falso como los famosos duros sevillanos de antaño. O, por mejor decir, un dogma
que, como tal, no se discute.
Torra
repetirá hasta la afonía que «irá hasta el final» y que «no acatará las
sentencias del Tribunal», referentes a los juicios pendientes de los políticos
presos. Dos afirmaciones que no se compadecen con ningún proceso de
negociación. Ahora bien, «ir hasta el final» es una intención que puede
disfrazarse de lagarterana. No ocurre lo mismo con la solemne declaración de no
respetar las sentencias. Que sea una decisión alocada no impide que su anuncio
intente ser llevado a cabo. Digo que ´intente´, no que se consume. Sea como
fuere, la cosa se pone más que fea. En todo caso, estamos ante el más puro y
duro aventurerismo político. Lo mejor, así las cosas, es esperar lo que se dice
y leer el texto del sermón con calma.
Chocante: el Palmar de Troya disfrazado de Teatre Nacional de Catalunya.
Chocante: el Palmar de Troya disfrazado de Teatre Nacional de Catalunya.
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