jueves, 30 de mayo de 2019

Ada Colau debe dejarse de chicoleos




Luis Rabell ha publicado una potente reflexión donde explica las razones que, a su juicio, deberían llevar a que Ada Colau aceptase los votos –sin contrapartida alguna--  que le ofrece Manuel Valls y, así, ser nombrada alcaldesa de Barcelona en coalición con los socialistas. Ayer mismo publicamos en este mismo blog el artículo de Rabell por su importancia y porque lo compartimos sin reserva mental. Ahora vamos a volver a la carga. Queremos participar en esa corriente de opinión que es favorable a que Colau siga como alcaldesa de Barcelona.

Barcelona ha sido siempre una ciudad cosmopolita. Todavía lo sigue siendo. Barcelona está razonablemente inserta en el paradigma de la globalización. Es, por tanto, la antítesis del campanario localista, que enfáticamente distingue al independentismo, ya sea el atolondrado del hombre de Waterloo como el de naturaleza dinástica, que representa el segundo Maragall. Una ciudad cosmopolita, paradigma de la globalización, no tiene lógica que sea gobernada por independentistas. Y no lo tiene, además, porque el independentismo había hecho como principal caballo de batalla en estas elecciones municipales la independencia de Cataluña. El independentismo sigue sin ser mayoría en Barcelona.

Ada Colau y su equipo no han conseguido ser la primera fuerza municipal. No estoy en las mejores condiciones para establecer las razones que han llevado a la pérdida de esta Alhama. (Estoy entrando y saliendo del hospital de Calella lo que me impide sosiego para escribir). Pero sí me veo con fuerzas para indicar que uno de los motivos de la pérdida de la ciudad por los Comunes ha sido la patológica indefinición del grupo dirigente y muy visiblemente de Colau ante los problemas que ha situado el independentismo en sus momentos más comprometidos. Cierto, la alcaldesa siempre afirmó que «no es independentista». Tal vez. Pero con frecuencia los actos concretos de Colau fueron a remolque del independentismo. Escisión, pues, entre el «ser» y el «hacer».

Esta indecisión –calculada o somática--  vuelve a repetirse. Colau aparece interviniendo confusamente para formar equipo de gobierno municipal, sin precisar concretamente aunque orientándose, también ambiguamente, hacia el segundo Maragall. Y añade como guinda al candidato socialista Collboni, que no quiere saber nada de Tetelandia. Tetelandia, un término acuñado por Sergi Pàmies, en referencia a que el segundo Maragall es conocido en ciertos círculos como el Tete.

Colau puede ser la alcaldesa de Barcelona. Puede argüir que el independentismo no ha ganado en Barcelona. Las dos versiones del independentismo –el atolondrado y el dinástico--  hicieron de ello su caballo de batalla electoral. Nuevamente han fracasado.

Los números salen tras la oferta de Valls de votarla para impedir que Maragall sea el alcalde. Las consecuencias de una Barcelona gobernada por independentistas, si Colau rechaza a Valls, las tendrá que asumir doña Ada.

Séame permitida una sugerencia a la señora Colau. Se refiere a la historia de Aristipo. Este les dijo a sus amistades: «No me he presentado ante vosotros para acompañaros en  vuestro dolor, sino para ponerle remedio». Colau, no nos acompañes en nuestro dolor sino, con el bastón de mando, ponle remedio.  (Claudio Eliano, Historias curiosas). 


No hay comentarios: