miércoles, 24 de junio de 2020

Vuelven los viejos galápagos convergentes a la nueva normalidad política




Efervescencia política en los cenáculos barceloneses. Actividad trepidante de preparación de congresos y convenciones políticas, especialmente de nuevos partidos. La convocatoria de elecciones autonómicas podría estar a la vuelta de la esquina. Los viejos galápagos del pujolismo vuelven dando veracidad a lo dicho por William Faulkner: «el pasado nunca se muere», que nos recuerda Lluís Foix hoy en su artículo ´La historia revisitada´ (La Vanguardia).

Se prepara el congreso fundacional del Partit Nacionalista Catalá, sus figuras más resonantes son Carles Campuzano y Jordi Xuclà que les salieron los dientes de leche en las Cortes. Son los más genuinos depositarios de los restos de la túnica sagrada convergente. Miquel Roca i Junyent los sacó de la pila del bautismo y Waterloo les dio la extremaunción. Tengo la impresión que, de todas las nuevas ofertas políticas que están en curso, el PNC es el mejor situado. La ayuda de los nacionalistas vascos se da por descontado.

A continuación viene un batiburrillo de nasciturus, tales como Lliga democrática (Astrid Barrio, «nueva en esta plaza»); Lliures (de Antoni Fernández Teixidó, el eterno ex de mil partidos, vale decir, Liga Comunista Revolucionaria, CDS de Adolfo Suárez y Convergència democrática de Catalunya); Units per Avançar (de Ramon Espadaler, el hereu de Duran i Lleida y, ahora con Albert Batlle que se auto propone como figura ascendente); y el partido del todavía hombre sin partido Manuel Valls, que es como aquel rey moro zarzuelero, «que lo tiene tó y no tiene ná».

Primera consideración: vuelven los viejos galápagos convergentes con algunas tapas variadas como guarnición. Es la Cataluña del pasado, de un pasado que no acaba de pasar, que diría Faulkner. Un inciso: me pregunto si la estatua de este caballero está segura en su sitio. De momento sé de buena tinta que la Font del  Negritu (en el Parque de Mataró) sigue intacta. Segunda consideración: entre estos aspirantes a nacer y los que ya existen podríamos decir, al revés que el evangelista, que la mies es poca y muchos los segadores.

Vueltas y revueltas en los cenáculos barceloneses. Inflación de nuevos partidos como resultado de la exagerada presunción de capacidades políticas –hasta la presente escasamente probadas, si vamos al caso--  de la mayoría de las personalidades que hemos nombrado. Inflación de pipirrana política, también como resultado de viejas disputas que nunca se recauchutaron. Vuelve toda aquella vieja normalidad que se disfraza de nueva para no infundir sospechas.  

Nada nuevo bajo el Sol.



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