Importante
entrevista a Pedro
Sánchez hoy en La Vanguardia a cargo de Jordi
Juan, director, y Enric Juliana,
subdirector. Sin desperdicios, como la ópera Rigoletto.
El presidente responde con tono mesurado. Incluso en el momento más contundente
procura no sobreactuar. Es cuando afirma que la derecha ha intentado «derrocar»
al Gobierno. Pedro Sánchez no añade adjetivos ni más valoraciones, consciente
de la fuerza conceptual de la palabra. Derrocar. Tal vez entienda que tan
terminante sobriedad es una invitación a que el lector saque sus propias
conclusiones.
Esta
derecha derrocante no acepta –o lo acepta en clave de fastidio-- el principio de la alternancia cuando le van
mal dadas las cosas. Recuerde al alma dormida aquella desconsolada Marta Ferrusola, la esposa
de Jordi Pujol,
cuando ganó las elecciones Pasqual Maragall a la
Generalitat. «Nos echan de casa», vino a decir. Y es que el gen de la no
alternancia es indistinto en los cuatro puntos cardinales. El problema es
cuando este gen muta en derrocante:
como nos echan de casa hay que tirarse al monte.
El
primer tranco sería propalar que el gobierno es ilegítimo. No hay que
argumentar nada, se debe confiar en la eficacia del mensaje y su relación con
la capacidad de creerse las cosas por parte de los feligreses. Observen la
condundencia del Credo: «Creo en Dios Padre…». No dice Creo que existe Dios Padre…
En ese mensaje, y para esas intenciones, la palabra ´existe´ es superflua. Son picardías de los teólogos
subvencionados.
Pues
bien, si este gobierno es «ilegítimo», todos los medios para derrocarle son
legítimos y convenientes. Lo que con dos tapas de la teoría del tiranicidio que
formularon ciertos doctores de la Iglesia --desde Tomás de
Aquino hasta el padre Mariana— las
diversas cuadrillas de la derecha pueden contar con la bendición de sus
eminencias, los altos funcionarios de la Iglesia católica, apostólica y romana,
Rouco Varela y el
barroco Cañizares. Es
una variante del fundamentalismo religioso de aquel pasado que nunca pasó del
todo.
Gobierno
ilegítimo que, como mensaje aparentemente laico, llega a los esfínteres
intelectuales de algunos que –metafóricamente o vaya usted a saber cómo-- disparan con ametralladoras haciendo diana en
las caras de Pedro Sánchez, Pablo Iglesias, Grande Marlaska y los que se pongan por delante.
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