jueves, 4 de junio de 2020

Las mascarillas de la «antigüedad»




Hoy me han intervenido quirúrgicamente con una biopsia en el Hospital de Calella. He entrado a las 8 de la mañana y a las 12.30 ya estaba rumbo a casa. Como siempre el trato de los profesionales ha sido exquisito. Antes de entrar en el quirófano un joven enfermero me ha hecho cambiar la mascarilla que yo llevaba por una que –me ha dicho--  hacen en el mismo hospital. Le pregunto si hay algún inconveniente con la mascarilla que llevo puesta. Me responde: «No, qué va. Esta es la que utilizábamos antiguamente».

Le pregunto perplejo que cuándo es eso de «antiguamente». Su respuesta: «En febrero».  En febrero pasado. Llevo todo el día intentando descubrir cómo interpretar ese antiguamente. Algo tendrá que ver con los cambios de registro que ha vivido su profesión y las vicisitudes personales de este joven enfermero en estos tiempos de pandemia: sobrecarga de trabajo, estrés, fatiga, cansancio… Febrero para él queda, por lo que se ve, lejísimos. Aunque para mí lo más reciente de la antigüedad sería la guerra del Peloponeso. De ahí que todavía nos quedan sorpresas en los efectos que están dejando estos últimos meses posteriores a la «antigüedad».

Sigo pensando, y caigo en la cuenta que hacía muchísimo tiempo que no oía tan venerable palabra: antigüedad. Me ha sonado como si fueran palabras de mi niñez. Aquellas palabras de uso corriente que hace mucho tiempo nadie las usa: antaño y hogaño, niño bitongo y cucurumbillo, avío y estrébedes, comistrajo y marjal…  Eran palabras que usábamos en la antigüedad.

No hay comentarios: