sábado, 27 de enero de 2018

Rajoy en su laberinto



El gobierno español siempre se tomó la cuestión catalana en clave de reyerta: los hunos contra los hotros. Además, este conflicto político durísimo   siempre fue visto por el hombre de Pontevedra pensando más en ciertos sectores, no sólo de su propio partido, partidarios del castizo leña al mono hasta que hable inglés. De ahí que el sintagma «soluciones políticas» no tenga cabida en el diccionario rajoyano. Por otra parte, las covachuelas de la Moncloa tienen el don de errar precisamente en los momentos más relevantes de dicho conflicto. Y, si hemos de ponernos trascendentes, diremos que don Mariano no cuenta con esa cualidad que Maquiavelo recomendaba a los gobernantes: «la virtù». La virtù o la voluntad y la inteligencia, la acción y la destreza, el conocimiento y la sagacidad, pero no la presunción, el arrojo y la competencia, pero no la temeridad. Don Mariano es la antítesis de todo ello. Es el hombre de los traspiés en las grandes solemnidades.

Muchos han sido, ciertamente, tales errores. Los dos más recientes han sido: a) la pedestre reacción contra el 1 de Octubre; b) la presentación, ahora, del «recurso preventivo» contra la investidura de Carles Puigdemont. De la primera hablamos en su día. En todo caso, parece claro que el problema del hombre de Pontevedra no es que tenga mal bajío, sino que no tiene virtù.

Error caballuno, pues, el recurso preventivo. Justamente en un momento en que el procés va dando vueltas sobre sí mismo, cuando las diferencias políticas en su interior  son más que visibles y en el momento en que empezaban a lloverle severas advertencias al hombre de Bruselas desde las filas amigas, conocidas y saludadas. Ahora bien, tengo la impresión que este disparate se ha cocinado para contraprogramar los efectos de las palabras de Ricardo Costa en el tribunal que juzga una parte de la trama Gurtel. Para neutralizar sus efectos devastadores. Vuelo gallináceo de quien no sabe salir de su laberinto. 

Sin embargo, el recurso preventivo no cuela. El Consejo de Estado, a través del bisturí de Landelino Lavilla, le lleva la contraria. Es entonces cuando la ausencia de virtù del hombre de Pontevedra vuelve a ponerse de manifiesto: el gobierno se mantiene erre que erre y eleva el recurso al Tribunal Constitucional. Otro error de bulto, porque ahora no puede echarle en cara a nadie que desoiga los consejos del Tribunal de Garantíes Estatutaries de la Generalitat no de los letrados del Parlament de Cataluña. En resumidas cuentas, es una dramaturgia absurda.

En apretada y provisional conclusión: la mayor responsabilidad de la crisis política española la tiene el hombre de Pontevedra. No sólo no la resuelve sino que la agrava. De hecho la llamada astucia de Puigdemont es una variable dependiente de la ausencia de virtù de Rajoy. En suma, así se las ponían al séptimo Fernando, el rey felón.




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