«Aquest pais serà sempre
nostre». Del discurso de Ernest
Maragall como presidente de edad en el Parlament de Catalunya.
Algunos analistas han subrayado
la incontinencia verbal y la desmesura de un discurso petardista más propio de
un caporal de somatent que de un dirigente político. Han puesto, además, el
énfasis en la ruptura del protocolo: un presidente de edad debe ser más
ceremonioso y nada trabucaire. Pero don Ernest es como es: radicalismo de
progre y exhibición de lengua. A la vejez, viruelas.
Para mí, no obstante, la parte
inquietante de este discurso es: «Este país será siempre nuestro». Nostre o nuestro, tanto monta. ¿Quiénes configuran ese nuestro? Y, por extensión, ¿quiénes están excluidos de ese nuestro,
de ese nosotros? Comoquiera que don Ernest es una persona sofisticada, hijo y
nieto de grandes figuras de la literatura catalana; dado, además, que es
persona principalísima en la política desde hace algunas décadas, cabe entender
que el uso del término nuestro ha
sido utilizado de manera apropiada a lo que el caballero entiende quién son
esos nosotros, los amos del país. No
ha sido, pues, un desliz, sino una opción clara, a queriendas y sabiendas. Ese
nosotros queda referido al bloque independentista.
Don Ernest no chochea. Dice lo
que tiene en el colodrillo desde hace tiempo. Cuando lo oí, sentado en mi
butaquilla, se me pusieron los pelos como escarpias. Pues va a ser que no, caballero. Este país
será de todos o de nadie. Como lo oye.
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