domingo, 7 de enero de 2018

Momentos estelares de la humanidad



En mi casa santaferina leíamos mucho. El maestro confitero Ferino Isla tenía en los altares los libros de Blasco Ibáñez, a quien llamaba respetuosamente don Vicente; su mujer, la tita Pilar, bebía los vientos por los libros de Rafael Pérez y Pérez, pura novela rosa.  Un servidor tenía los libros de la colección Pulga con las biografías resumidas de Beethoven, Verdi y otras cosas de Julio Verne. Cuando el maestro confitero entendió que aquello se me estaba quedando pequeño me regaló –me dijo guiñando un ojo que era «de parte de los Reyes Magos»-- un libro de Stefan Zweig: Momentos estelares de la humanidad.  Todavía lo tengo en la memoria. Relatos de la historia universal aptos para todos los públicos.

Durante estas Navidades he revisitado algunos libros que hablan de Nicolás Maquiavelo, el famoso secretario florentino. Y caigo en la cuenta de que toda su vida es una serie de  momentos estelares de la humanidad. Sus libros –El Príncipe y los Discursos de Tito Livio--  son piezas maestras. 

Escribe Maquiavelo: 

«… Llegada la noche vuelvo a casa y entro en mi escritorio; en el umbral me quito la ropa de cada día, llena de barro y de lodo y me pongo paños reales y curiales. Vestido decentemente entro en las antiguas cortes de los antiguos hombres, donde -- recibidos por ellos amistosamente--  me nutro con aquel alimento que solum es mío y por el cual nací… » (Carta a Francesco Vettori, 10 de didiembre de 1513).


Momento estelar de la humanidad. Maquiavelo está escribiendo El Príncipe en su destierro en Sant´ Andrea in Percussina. Desde que leí esa carta, hace ya muchos años, cada vez que entro en mi biblioteca me entra un no sé qué de respeto y, a veces me digo para mis adentros: qué grande es el secretario florentino.


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