miércoles, 10 de enero de 2018

Artur Mas se va; Puigdemont se queda



1.-- «Los Estados no se gobiernan rezando padrenuestros», dejó dicho Cosme de Médicis. Hay quien lo ha asimilado y quien ha entendido que eso no iba con él. Carles Puigdemont, por ejemplo, le ha dado la vuelta al concepto de Cosme: Cataluña se gobierna a golpe de twitter y siempre desde la distancia. Artur Mas ha aprendido en sus propias carnes que el banquero florentino, no siendo beato, tenía más razón que un santo.

2.-- Ayer mismo Mas presentó la dimisión de su cargo de presidente del PDeCAT, el partido heredero de la convergencia pujolista. Es una dimisión que se une a las dos anteriores: la del consejero Santi Vila hace dos meses y la de ayer mismo de Carles Mundó, que ocupó hasta la aplicación del artículo 155 la cartera de Justicia. Dimisiones por motivos diferentes con un común denominador: el procés y sus consecuencias.   Cada dimitido ha explicado sus razones. Los motivos de cada cual suenan razonables. Pero vistos en conjunto las explicaciones no son convincentes. Los motivos son, especialmente, el fracaso del procés, que no ha sido tratado a golpe de padrenuestros por parte del Estado. No hay cabida para las oraciones en la acción del Estado.   

3.--  ¿Dónde está el fracaso del procés, que, no obstante, tiene la mayoría parlamentaria, no así en votos? En que la reivindicación central (la independencia de Cataluña) no se puede materializarse: la máquina del Estado, la Unión Europea y el Departamento de Estado no lo consienten. El Estado no quiere hacerse el harakiri, la Unión Europa no permite la desestabilización y el Departamento de Estado tiene intereses en España y Europa. Es un triángulo escaleno que nunca quiso ser entendido por el alma espiritual de los independentistas.

4.--  El procés ha actuado como una motosierra contra las fuerzas políticas que le dieron gasolina. Primero, la lista electoral del hombre de Bruselas fagocita al PDeCAT, cuya dirección vive sin vivir en ella; segundo, ERC tiene, en estos momentos, un grupo dirigente descalabrado y tan versátil que cuesta trabajo saber qué propone; y, tercero, la CUP parece estar a la remanguillé, esperando ser decisiva en cualquier momento de confusión (1). En ese follín dimite el rey Arturo.

5.--  La gran enseñanza de Cosme de Médicis ha llevado a Artur Mas a alejarse del hombre de Bruselas. Ha podido constatar que no le llueven en su cabeza los padrenuestros del Estado sino duro pedrisco. Y también que su autoridad política, al frente del PDeCAT ha sido tiznada por el hombre de Bruselas. Hablando en plata: ha tomado nota de que es un cero a la izquierda. Él, que fue llamado pomposamente el Mesías no puede conducir a los suyos a la Tierra Prometida. Menos, todavía, puede compartir que Puigdemont quiera ser investido, vía karaoke, como presidente de la Generalitat. Así pues, se marcha con una excusa elegante: no quiere ser impedimento alguno, aunque no dice para qué.  

6.--  En definitiva, los optimates dimiten; mientras tanto, se quedan aquellos que pueden garantizar la zahúrda y la desestabilización. Los que están en condiciones de reeditar cómicamente unas vísperas sicilianas, perdón, catalanas.

(1)  A la remanguillé era una expresión muy usada en mis tiempos mozuelos. Me permito aclarar su significado para conocimiento de amigos, conocidos y saludados.

Hacer algo “a la remanguillé” es, como casi todo el mundo sabe, hacer algo de espaldas, como queriendo adornarse con un gesto inútil. Algo que normalmente acaba mal. Como el protagonista del origen de esta expresión, Mangugliè du Soissons. Tras la muerte de Guillermo II, rey normando en Sicilia, se crea una vacío de poder que se cubre en principio con la regencia de su tía Costanza. Sin embargo, una parte del ejército francés no ve con buenos ojos esta regencia y decide elegir otro rey por su cuenta, concretamente a Mangugliè, primo lejano de Guillermo II y el general con mayor carisma entre la tropa. No tardó Manguglié en presentar batalla a Costanza y a su marido, Enrique VI Hohenstaufen. 

En la batalla de Trapani, Mangugliè planteó una táctica que no sólo se demostró ineficaz, sino que además le hizo pasar a la historia dando origen a la expresión. Manguigliè decidió tender una emboscada al ejército germano a las afueras de Trapani, mandando al frente una pequeña parte de sus tropas para después atacar con el grueso de la caballería por la espalda de los hombres de Enrique VI. La táctica fue un completo fracaso ya que las tropas que salieron al encuentro de los germanos fueron aniquiladas en poquísimo tiempo, por lo que cuando llegó Mangugliè con la caballería Enrique VI se había parapetado perfectamente en la ciudad y no tuvo problemas no sólo para detener el ataque normando sino también para contraatacar y destruir el ejército de Mangugliè. La maniobra fue enseguida motivo de burla, por lo que en Sicilia comenzó a utilizarse la expresión  alla re Mangugliè (literalmente “a la manera del rey Mangugliè), que significaba exactamente lo mismo que hoy, una maniobra difícil para hacer algo, sin que llegue a buen fin.

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