sábado, 31 de agosto de 2019

11 de septiembre: imprudente marcha de las antorchas en Monserrat




El último lugar donde el independentismo aparentaba estar unido –el gobierno catalán de Torra--  ha entrado en crisis, en crisis de unidad. Más allá de ese chambao no hay, ni real ni en apariencia, sitio alguno que pueda calificarse como unitario. El secesionismo es una lima que corroe incluso las instituciones que ocupa. De un lado la incompetencia de sus líderes; de otro lado las luchas por el reparto de la túnica sagrada. Pero, con mayor precisión: el fracaso de unos planteamientos que chocan abruptamente con el mundo de la globalización interdependiente. Frente a esa realidad tozuda lo único que les queda es la pataleta de los Puigdemont, Boris Johnson, Salvini et alia. Una pataleta, que sin embargo puede tener graves repercusiones.

El gobierno catalán se ha convertido en centro de división y en foco que la expande. No es lo mismo la crisis en un ayuntamiento determinado entre las fuerzas independentistas que en el  centro donde se pretende guiar el país. Josep Bargalló, miembro del gobierno y pata negra de Esquerra Republicana de Catalunya, ha planteado que si no hay presupuestos de la Generalitat, Torra se ha de someter a una moción de censura. Lo que es una respuesta áspera a la negativa de Torra de adelantar las elecciones catalanas. Cabreado debe estar Bargalló, considerado por sus parciales como hombre ponderado.

Tres cuartos de lo mismo ha apuntado el presidente del Parlament (de adscripción ERC). Son respuestas de personalidades que están hasta el cielo de la boca de tragarse los sapos del vicario de Waterloo. Más todavía, son la constatación de que las invocaciones a una salvífica unidad del independentismo tienen la misma eficacia de las jaculatorias tipo «Cuatro esquinitas tiene mi cama». Bargalló, pata negra, da un brinco cualitativo en la confrontación en el interior del tropel independentista ya convertido en Brigada Brancaleone.   

Mi amigo Paco Rodríguez de Lecea informa que «por todo Poldemarx se han colgado los carteles de dos convocatorias independentistas: la primera llama a una procesión de antorchas que ilumine la montaña de Montserrat la noche del día 10 de septiembre, y la segunda convoca a la ya clásica concentración en el centro de Barcelona el día 11». De ahí que Paco advierta de la imprudencia de la mentada procesión nocturna tal como está el panorama de incendios.

Pero, según cómo se mire, no es una idea peregrina.  Si por hache o por be ardiera la montaña sagrada siempre habría algo o alguien a quien endosarle el fuego. Naturalmente, al Estado español. Hasta ahora nadie del gobierno catalán ha llamado la atención a los organizadores de la noche de las antorchas.

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