José Luis Ábalos no
da puntada sin hilo. Es un destacadísimo
dirigente socialista que, por lo general, va al grano. En una misma
entrevista (La Vanguardia de ayer) ha dejado caer dos inconveniencias que no
parecen ser un pronto, fruto de estos
calores caniculares. Ábalos habla a queriendas y sabiendas de dos asuntos de
gran importancia: a) sobre la investidura de Sánchez en septiembre; y b) del
terrible problema de los náufragos rescatados por el Open
Arms en el Mediterráneo. Intentaré demostrar que Ábalos merece un coscorrón
superlativo en el primero y una tarjeta roja con una reprimenda política en el
segundo caso.
Primero.-- El número dos del PSOE nos dice que confía en
que la investidura del presidente pueda resolverse en el «último minuto». Lo
grave es que no explica qué debe hacerse mientras
tanto. Las cosas que se dejan para el último minuto acaban saliendo o
rematadamente mal o son auténticas chapuzas. Comoquiera que nos imaginamos que
eso lo sabe Ábalos podemos intuir que tal pachorra es intencionada. Lo que sugiere,
al menos en pura lógica, que las intenciones
de negociar por parte de Sánchez son discutibles. O, dicho con
precaución, no son suficientemente convincentes. Queda, por otra parte, la
hipótesis de que el grupo dirigente del PSOE y el mismísimo Sánchez no sepan
cómo salir de esta situación. Porque el problema no es sólo la investidura (que
es lo inmediato) sino quiénes aseguran la estabilidad de la legislatura.
Segundo.-- Ábalos ha mostrado desdén a los responsables
del Open Arms. Me indigno con el ministro. Les ha llamado «salvadores de la
humanidad». Y ha remachado: «que nunca han tenido que tomar una decisión». ¿He
oido bien, ministro? Tu quoque?
¿Salvadores
de la humanidad? Simplemente salvadores de náufragos. Los de Open Arms han
tomado una decisión trascendental: abandonar una vida cómoda y regalada por la
dureza de lo que están haciendo.
Ábalos,
posiblemente sin querer, ha contribuido a que la solidaridad se esté convirtiendo en una palabra proscrita. Más
todavía, que la solidaridad esté pasando de un sentido positivo a un delito,
que es la raya que ha cruzado Matteo
Salvini. De manera que la
cancelación del principio de solidaridad, como guía de la acción pública y
privada, se presenta como un acto
arbitrario y de amputación indebida del orden jurídico (Stefano Rodotà, en Solidarietà.
Editori Laterza, 2014).
Aclaremos
las cosas: no pongo a la misma altura a Ábalos con Matteo Salvini. Si lo
pensara lo diría sin pelos en la lengua. Sólo quiero decir que así empezó
Salvini. Así pues, mientras Salvini se exhibe
impúdica y reiteramente, Ábalos es solamente una peristalsia veraniega y
pasajera.
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