Cataluña
es un manojo de nervios. El fracaso del procés
se manifiesta en una serie de movimientos sísmicamente convulsos por parte del
independentismo político. De un lado, la agitación interna en los post post
post convergentes; de otro lado, el asno de Buridán, que caracteriza al nonagenario partido de Esquerra Republicana de Catalunya
que, de momento, no sabe si se decide por la caja o la faja. Uno y otro partido
están en puertas de sus congresos.
Los
post post post convergentes son una olla de grillos de la familia zoo--política
gryllus bimaculatus, que vive en las zonas templadas. Se dirigen a trompicones
a su congreso con diversos objetivos: su unidad interna, las próximas
elecciones autonómicas y proclamar que los de ERC llevan la cruz en los pechos
y el diablo en los hechos. Pero, a la vez, puede ser un congreso en el que
fraccione la organización. De la mano de los otrora jóvenes becarios de Miquel
Roca i Junyent, Carles Campuzano y Jordi Xuclá, puede consolidarse un equipo que
dé luz a un nuevo partido. Dicen que ya tiene nombre: El País de demà. O sea,
El país de mañana. Tan chocante nombre merecería tener como himno la famosa Begin the beguine. Se trataría de una nueva
organización que daría cobijo a esa notable agrupación de agraviados por
Waterloo y sus alrededores.
El
personal de ERC no tendrá un encuentro tranquilico. La espasmódica relación de
su grupo dirigente con las bases siempre augura cierto suspense en las
deliberaciones y resoluciones del viejo partido. Con todo, deben resolver el
problema del liderazgo. Y hasta es posible que allí mismo –y no antes-- se sepa hacía qué manojo de hierba se orienta
Buridán. No antes.
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