martes, 17 de septiembre de 2019

Rivera no tiene quien le conteste




Mi sospecha: Alberto Rivera prefiere tener fama de político a hacer política. Lo cual lleva implícito que ser o aparentar ser un político no comporta hacer política. Esta sospecha me acompaña desde los primeros tiempos de Rivera en la escena pública. Lo que no puedo negarle al caballero es su habilidad para vender el producto –él mismo--  con la misma eficacia del vendedor de tóxicos bancarios que fue en su corta biografía laboral.

Ahora, nuevamente, este Rivera intenta ostentar fama de político. Casi en tiempo de descuento lanza un producto de inversión de chichinabo –ustedes ya conocen la oferta--  que, de ser aceptado por Sánchez y Casado, se facilitaría la investidura de Sánchez mediante la abstención de Ciudadanos y el Partido Popular. Un juego de pizpirigañas. Pero que, en todo caso, merecería una reflexión. También la ineficacia  de Rivera merece una reflexión.

Rivera ha estado asediado por los poderes fácticos del parné que le incitaban a pactar con Sánchez un gobierno de coalición. Rivera se ha negado peligrosamente, pues ahora está en deuda con sus otrora generosos donantes. Por lo que el caballero necesitaba hacer un gesto que pareciera que devolvía los favores prestados. Al tiempo que era un guiño a dichos poderes para que siguieran manteniéndole en las coyundas presentes y venideras. Ahora bien, Rivera olvida que el mundo del parné tiene los colmillos retorcíos y no se traga esos  camelos de colegial.  

Mucho me temo que la generación de la nueva política esté todavía en el jardín de infancia, que antiguamente en La Vega de Granada llamábamos «la miga», con o sin dodotis, según el poder adquisitivo de sus papás. La actual generación de nueva política ha sido un espejismo.

No hay comentarios: