La
CUP ha decidido
participar en las próximas elecciones generales. Se trata, por un lado, de una
corrección en regla de sus planteamientos tradicionales y, de otro lado, expresa algo
chocante. Chocante, aunque quizá lo más apropiado sería decir estrambótico.
La
CUP, no obstante, tiene la misma paradoja que el resto de las diversas
congregaciones independentistas. Justamente el otro día presentaron una
resolución en el Parlament en la que se llamaba a la «desobediencia civil e
institucional», aprobada con los votos del resto de los grupos secesionistas.
Así, pues, ¿casa el llamamiento a la desobediencia civil e institucional con la
participación en las elecciones del Estado al que se dirige dicha desobediencia?
Estrambótico. Por lo demás, no menor sorpresa causa el objetivo que esta
congregación se ha planteado en los próximos comicios. Nada menos que «impedir
la gobernabilidad del Estado». Sorprende
porque teníamos entendido que una organización que se autocalifica de
anticapitalista debería aspirar a otros objetivo más radicales. Pero, por otra
parte, levantamos acta del candor de la CUP, que entiende que el enfrentamiento
con el Estado se hace rezando padrenuestros independentistas.
Con
todo, la decisión de presentarse a las elecciones, que le habrá sentado como un
tiro al resto del independentismo (especialmente a los post post post convergentes, sector Armani), si logran
representación en el Parlamento, puede provocar novedades en la CUP. De
entrada, si se quitan las legañas de los ojos, sabrán qué es, exactamente, el Estado,
que no tiene nada de libresco. Y –me apuesto lo que sea-- a que la participación en Madrid les
acarreará matices, contrastes y enfrentamientos en el grupo dirigente de la
formación llamada anticapitalista. Porque en Madrid hay que hacer política o
aparentarlo. Quedarse en la salmodia de las jaculatorias provoca bien el
ridículo, bien la irrelevancia.
Por
lo demás, obtenga o no representación parlamentaria algo positivo tendrá la
decisión de la CUP: mayor división del independentismo y un incremento del consumo
de agua de Carabaña en la orden mendicante de Waterloo.
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